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Salvador Guerrero Chiprés
La mejor convocatoria para ganarse a la sociedad civil es el trabajo convergente de compromiso social percibido y dedicado al combate de las desigualdades, así como un diálogo con todos aquellos que pudieran
tener la tentación equívoca de no entenderlo. En la Ciudad de México, la intención de voto para quienes podrían ser las o los candidatos de Morena rondan el 50 por ciento, un porcentaje al menos por ahora lejano para los partidos opositores, incluso en coalición.
Conquistar al público o la sociedad civil es el propósito de todos… desde la Grecia antigua. Buscan interpelar ese espacio complejo donde interactúan individuos, grupos y clases sociales y dirigentes de partidos que saben ahora, sobre todo en la oposición, que con ciudadanía, o al menos sin el llamado a ella, no pueden posicionarse mejor.
Lo quiere Felipe Calderón, lo buscan los partidos desplazados del poder después del 2018 en más de veinte entidades y lo desean quienes han perdido interlocución privilegiada con el poder nacional. En ese contexto surgió la idea de fortalecer el trabajo social en la CDMX.
Las giras de trabajo de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, que este domingo concluyeron en Cuajimalpa, son evidencia del interés de alcaldes que anteponen la intención de contribuir al beneficio colectivo a pseudo definiciones políticas; muestra de ellos a los que les falta algo: comprender que a la ciudadanía le interesa la solución de los problemas, no la animadversión por el gobierno. La presencia de decenas de miles de personas este sábado en Iztapalapa —donde la alcaldesa Clara Brugada ha impulsado una transformación sustantiva de la seguridad y el entorno urbano— muestran una aprobación ganada con sistemática cercanía y territorio de nada menos y nada más que la sociedad civil.
