11 lecturas
Jorge Gómez Naredo
La guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, a lo largo de más de 30 años, ha sido mucha. Han dicho de él que es inepto, que sus programas sociales no sirven, que si llegaba a ser presidente haría de México una tragedia, que el peso se devaluaría y que todos seríamos pobres. Mucho se ha dicho en contra de él, pero algo que siempre han mencionado (y que jamás han probado) es que es corrupto. Siempre han intentado relacionarlo con la corrupción, porque saben que él siempre ha puesto como una de sus prioridades el combate a ésta.
Cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, intentaron mancharlo con los video escándalos, diciendo que él era corrupto y que era de lo peor. Durante las campañas, siempre han inventado “escándalos” de corrupción. Y nada, absolutamente nada han podido probar. Hoy, desesperado por no encontrar ningún acto de corrupción, se han movido hacia sus hijos. Sí, la guerra sucia en contra de ellos ha sido también brutal, y no se han tocado el corazón los opositores y sus voceros para hacerla.
Hace unos días, Carlos Loret de Mola difundió en Latinus un reportaje sin pies ni cabeza, donde supuestamente el hijo de AMLO, Andrés López Beltrán, beneficia a sus amigos con contratos millonarios. Las pruebas que presentan son risibles, y más que un “reportaje”, esa pieza es un baúl de mentiras, de impresiones, de manipulación de la información y de ganas de afectar a AMLO vía manchar una y otra vez que sus
hijos “son corruptos”.
Y también en estos días, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad difundieron informaciones inexactas sobre la vivienda donde habita el hijo mayor de AMLO, José Ramón. En este caso incluso acudieron al
domicilio de José Ramón y lo acosaron, insistiendo en que respondiera preguntas. José Ramón no es funcionario y no tiene que responder nada.
El caso es que la guerra sucia contra AMLO ahora ha encontrado nuevos objetivos: sus hijos. Y esta guerra sucia es perversa, porque se trata de perjudicar a personas que no son funcionarios públicos, que no reciben recursos públicos, y que no deberían ser molestados. Pero así son los de oposición y sus voceros: les falta la ética…, y la decencia.
Lee también: Periodismo subjetivo | Ahora resulta que el INAI es la democracia
