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Los padres no somos perfectos, llevamos el peso de la responsabilidad, el trabajo fuera y dentro de casa, la educación de los niños, problemas, angustias, agobios… Toda esa mochila llena hace que, en ocasiones, no nos enfrentemos a la crianza de los niños con la paciencia que ello requiere. Esto nos lleva a gritar a nuestros hijos, a decirles frases que dañan su autoestima, a no dedicarles el tiempo necesario e incluso, en ocasiones, a responder con violencia, ya sea verbal o física.

ATENCIÓN A ESTOS CONSEJOS:

Tiempo fuera: Es el principal y más importante. Igual que a los niños les mandamos a pensar, aléjate tú también del foco del problema para poder tranquilizarte y evitar estallar. Vete, cuenta diez, ponte una canción que te guste, respira hondo… Y, cuando ya estés calmada, vuelve al foco del problema para poner orden. Nunca lo intentes durante un momento de ira.

Relájate: En ocasiones los padres nos tomamos demasiado en serio las cosas y queremos controlar hasta el detalle más mínimo. Los padres que somos muy autoexigentes, tendemos a exigir demasiado a los hijos.

Debemos hacer un ejercicio de relajación, no dar tanta importancia a las cosas.

Usa la empatía: Esto te ayudará a ponerte en el lugar de tu hijo, a recordar lo divertido que era hacer cosas que prohibían los mayores o lo importante que te parecía esa discusión con tu hermano.

Aplica el método de la escucha activa, es decir, deja de regañarles desde las alturas y baja a su nivel, mírales a los ojos y comprende por qué hicieron algo que no podías entender.

No negocies o discutas durante un momento de rabia: Si tus hijos se están pegando o han hecho algún desperfecto en casa, sepáralos, manda a cada uno a una habitación diferente sin mediar palabra y que después pidan perdón o arreglen lo que dejaron mal. Pon en práctica estos consejos y crea una sana convivencia.

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