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Golpiza a cliente en “La Polar”

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Familiares y conocidos despiden a Antonio Monroy en la Funeraria Gayosso; Diario BASTA! estuvo en el velorio.

Redacción Grupo Cantón.

Con la tristeza encima al recordar a su antiguo jefe en vida, Armando salió de su domicilio y con su chamarra obscura goteando por la lluvia, paró un taxi y una vez dentro le pidió al chofer que lo llevara a la avenida James Sullivan 71. “¡Me lleva a la Funeraria Gayosso, por favor!”, dijo. “¡Claro!”, expresó el chofer. “¿Qué tal esta la delincuencia por estos rumbos?”, preguntó Armando “N”, (nombre ficticio utilizado para salvaguardar la integridad de la víctima), “Está tranquilo, pero como todos los lugares nunca falta la lacrilla”, comentó el chofer.

Minutos después, Armando arribó al lugar y como se sentía un poco nervioso al no ser un familiar directo de la víctima, caminó a la esquina para tomar aire fresco y aprovechó para comprar un flan en un pequeño puesto, comenzó a comerlo mientras pensaba “¡Puede que no alcance a despedirme de él, ¿Qué tal si solo dejan a pasar a familiares?”

ANTECEDENTES

La incertidumbre era mucha, pues la muerte de Antonio Monroy fue muy trágica, ya que hace un par de días, los medios de comunicación se inundaron de fotos e información, sobre un sujeto que después de comer y pagar la cuenta fue golpeado brutalmente por trabajadores del restaurante La Polar.

Lamentablemente los hechos fueron registrados por su acompañante, una mujer identificada como Adriana “N”, la cual grabó la masacre que cometieron los trabajadores del lugar y, según grabaciones del mismo establecimiento, fue golpeado brutalmente en el estacionamiento y tirado ya inconsciente afuera del lugar.

FUNERARIA

Armando estaba triste, pues, aunque trabajó poco tiempo en su negocio, siempre fue un ejemplo a seguir, pues Antonio o Toñito como muchos lo llamaban, aparte de ser un gran ser humano alegre y vivaracho, era un hombre muy trabajador y emprendedor, con dos negocios a su disposición.

“Busco la sala donde están velando a Antonio Monroy”, dijo Armando a la recepcionista “No tengo ningún registro, me han estado preguntando por él, pero no hay nadie con ese nombre”, expresó la mujer, “Bueno, trataré de contactar a alguna familiar”, respondió, mientras se posicionaba en una esquina y observaba a familiares y amigos de los difuntos pasar de un lado a otro cargando flores. “No me responde nadie”, se dijo Armando por lo que tomó el elevador y subió al séptimo piso del edificio y al salir, ya cabizbajo al creer que no podría darle la despedida a su antiguo jefe, vio pasar a un joven, trabajador de la funeraria. “Disculpe, busco la sala donde están velando al señor Antonio Monroy”, preguntó.

“Es en el tercer piso”, exclamó, el trabajador. Al llegar observó el féretro de Toñito, adornado con coronas repletas de flores blancas y varias canastas con plantas hermosas, pero lo que más llamó la atención de Armando fue un pequeño cuadro arriba de un caballete, con la viva imagen de Toñito en la que mostraba la sonrisa que siempre lo caracterizó.

Las lágrimas recorrían las mejillas de sus familiares, quienes recordaban los hermosos momentos que vivieron a su lado, otros más, con rostros de preocupación pensaban en los momentos terribles de violencia que vivió Toñito en sus últimos minutos de vida.

Armando se posicionó frente al féretro y tragándose sus lágrimas exclamó: ¡Por qué le hicieron esto, Toño era un hombre bueno y no ofendía nunca a nadie? “¡Buen camino, nos veremos algún día en el otro lado, ¡Gracias por todo!”.

“Él siempre decía entre broma, que cuando muriera quería que lo cremaran y sus cenizas fueran esparcidas por Garibaldi y la Roma porque ahí se divertía mucho”, recordó una de sus familiares.

 

 

 

 

 

 

 

 

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