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mayo 02, 2024

Voces

Echados en la hamaca | Los derechos humanos como fetiche.

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ANTONIO ANTTOLINI

La comprensión tradicional de los derechos humanos se ha centrado demasiado en la cuantificación de la violencia y las violaciones de procesos, lo que nos lleva a un callejón sin salida, donde los números oscurecen las verdaderas caras del sufrimiento y la injusticia. En contraposición, propongo una reflexión centrada en la identidad ontológica de la víctima, un enfoque que nos permite ver más allá de las estadísticas y abordar la esencia del ser humano afectado.

En este contexto, la identidad ontológica de una víctima no se define sólo por su experiencia traumática, sino también por su potencial para la resistencia y la transformación. Esta perspectiva nos permite reconocer no solo su dolor, sino también su capacidad para sobreponerse, transformarse y desafiar las estructuras opresivas.

La vida de las víctimas se encuentra a menudo en un estado de ‘excepción’, donde las leyes ordinarias no se aplican y su humanidad es puesta en cuestión. Este enfoque lo aborda Agamben destaca la importancia de reconocer la humanidad inherente de cada individuo, más allá de su estatus legal o social. Por eso nuestra brújula moral y compás político debe ser desafiar el ‘gatopardismo’ de las instituciones, sus reglas y procedimientos y el alcance de las mismas. Esas maniobras que pretenden cambios superficiales para mantener el statu quo, mientras las víctimas siguen sufriendo en el olvido. No es la tasas por cada 100,000 habitantes de incidencia delictiva la única fuente de información para construir una idea de sociedad en paz y garante de derechos. Es importante pero no es la única. Si no entendemos de los lazos comunitarios y la expectativa de futuro que en lo individual se tiene de sí mismo y en general como sociedad, cercenaremos toda posibilidad de construir una comunidad y seguiremos evaluando el tema desde el frío atomismo de la cifra, la estadística y el número. Por eso los derechos humanos son el espejo en donde cada persona se refleja y proyecta no solo un devenir personal sino un rol político dentro de una comunidad. ¿Que se espera de mí frente a los otros y que esperan los otros de mi como una expectativa similar?

Es una concatenación de sueños y esperanzas que no surten efecto ni tiene razón de ser aislados en el vacío. Preguntar entonces sobre roles de género, oficios valiosos y respetables, expectativa de futuro en términos de vida, ingresos y reputación, así como la protección de lo bueno, lo justo y lo bello son formas de aproximarse a una sociedad garantista de derechos sin caer en el fetichista de la mercancía de pensarlos solo como estadísticas.

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