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SALVADOR GUERREROCHIPRÉS.
Conocí a Baltazar Gómez Pérez, estudiantilmente más afamado como “El Balta”, hace cuatro décadas. En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales era uno de los activistas más arrojados. Se balanceaba inclinando el cuerpo agachado entre una y otra pierna por encima de las techumbres de los pasillos del antiguo edificio de esa institución mientras se dirigía a los grupos de nuevos alumnos detenidos ahí abajo para escucharlo.
Fue precursor del movimiento estudiantil de mediados de los años 80, dirigente popular del CESOC (Comité Estudiantil de Solidaridad Obrero Campesina). Ayer, en la histórica esquina de Papalotl y Escuinapa en Coyoacán, donde se han realizado centenares de mítines —incluidos algunos encabezados por Andrés Manuel López Obrador— la precandidata presidencial puntera, Claudia Shein baum Pardo, lo reconoció entre la multitud.
Fue una tarde de coincidencias, goyas y recuerdos. Furor y saturación sonora empujada por la multitud hicieron saber del respaldo unitario para Sheinbaum para “Presidenta” y para Clara Brugada coreada ahí a voz en cuello como “Jefa de gobierno”. Ambas juntaron entre ellas y con sus manos medio corazón con la “C” del nombre de pila de quien también fue integrante del CESOC y con la “C” de la economista nacida en Benito Juárez, integrante en los 80 de la OIR-LM. Ambas ahora en la lucha democrática por la izquierda moderna.
Sheinbaum y Brugada, “Dos mujeres y un camino”, había dicho un par de horas en un mitin con 35 mil asistentes, la ex Jefa de Gobierno en Iztapalapa. Aludía a la unidad desde la cual Brugada, la aspirante a suceder a Martí Batres Guadarrama, mencionó a Omar García Harfuch en reconocimiento de sus méritos, en línea con el tono dominical convergente y diferenciador de Morena.
Al despedirme de “El Balta”, reivindicó sus tareas de fin de semestre, obligaciones en su carácter de maestro de la UNAM. De líder.