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Ricardo Sevilla
Xóchitl Gálvez no tiene dónde ocultar su envilecimiento. La candidata de Claudio X. González está al descubierto y ha quedado evidenciada como un personaje corrupto y mentiroso.
Desde ayer estamos esperando a que Ciro Gómez Leyva, el vocero consentido del periodismo corporativo, le exija la renuncia a la señora Gálvez.
Y es que usted recordará que Xóchitl, la nueva heroína de la derecha, le dijo al empleado de Radio Fórmula que renunciaría a su candidatura si el presidente López Obrador le demostraba, con pruebas, que ella sí había obtenido esos mil 400 millones de pesos que ella ha negado sistemáticamente. Y qué cree usted: Que Xóchitl sí obtuvo ese dinero, pero ha mentido como estilan los hipócritas y conservadores.
Y precisamente ha sido el presidente López Obrador quien ha mostrado, con pruebas, con datos duros, que las empresas de la señora Gálvez sí facturaron los mil 400 millones de pesos que Xóchitl juraba que era mentira.
De hecho, una solo de esas compañías facturó, desde 2015 a la fecha, más de mil millones de pesos. La otra facturó 400 millones de pesos. Y ahí están las pruebas, ahí están los hechos presentados tal como son, sin tergiversaciones.
Y Xóchitl, en congruencia con lo que dijo ante los micrófonos de Gómez Leyva, debería renunciar. Pero no lo hará. Y no lo hará porque, además de errática, es inconsistente y embustera.
La exdelegada de Miguel Hidalgo continuará empecinada en ser la candidata de la oposición. No importa que la gente la rechace, no importa que el pueblo no le tenga confianza, no importa que la ciudadanía la corra a gritos por saberla una intrusa y un títere de la derecha.
Y nosotros, los que nos dedicamos al periodismo, también deberíamos sentirnos asqueados ante los gazapos perpetrados por varios de nuestros colegas.
Hoy, la vulgaridad rampante que se anida en el corazón de la derecha ha extendido sus tentáculos. Va una profecía: los periodistas (chayoteros) caerán rendidos a los pies del dinero. Pero el pueblo no. La ciudadanía no tiene la memoria tan frágil. Al contrario: la gente recuerda perfectamente las tropelías del PRIAN, el pueblo es memorioso. Y ya nadie los quiere de regreso.
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