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abril 27, 2024

Voces

El desahucio intelectual de Xóchitl

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Por Ricardo Sevilla

Xóchitl Gálvez está intelectualmente desahuciada. No hay quien la asesore ni alguien que vigile el contenido de sus discursos. Sus palabras no tienen pies ni cabeza. Habla sin orden ni concierto.

En esencia, se supone que una persona que, en este caso, aspira a presidir una nación tendría que tener ideas propias y conducirse con total independencia intelectual.

Pero Xóchitl no es esa clase de persona. Xóchitl necesita asesores para todo.

La candidata de la oposición necesita pantallas gigantes donde pueda ver, bien, su teleprónter. Porque, para ella, el prónter no es un apoyo, es la vida misma. Y de ese aparejo depende su congruencia y su estabilidad intelectual. Y cuando no lo tiene, sufre, padece, dice tonterías e incongruencias.

Xóchitl ha tenido oportunidad de codearse con señores y señoras que dicen tener una idea muy clara de la política y de la cultura, en general.

Uno de sus asesores es Juan Pardinas, quien se supone es un intelectual e incluso fue director de un periódico. Xóchitl tiene como amigos y porristas a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín. Ambos le dedican elogios y aplausos. Los dos dicen que es el mejor perfil para gobernar este país. Pero no le dan clases de nada. No le dan un consejo, no la asesoran. No la cuidan. Y por eso la vemos metiendo la pata.

Todos los días Xóchitl sale con una gracejada o con una burrada. Y, una vez, lo volvió a hacer. La candidata de Claudio X González estaba en un evento donde un grupo de mujeres le pidió, a gritos, que ofreciera atención geriátrica a la comunidad.

Y Xóchitl Gálvez, que es zafia, ignorante y sorda, dijo que iba a ofrecer pediatras para los adultos mayores.

¿En qué planeta vive la señora Gálvez? ¿Por qué no sabe que la pediatría es la especialidad médica y la rama de la medicina que se dedica a la atención médica de bebés, niños y adolescentes? Nadie pide a Gálvez que sea especialista en pediatra o geriatría.

Pero, carajo, sí se le pide un poco de sensatez o un mínimo de sentido común.

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