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mayo 01, 2024

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Arreando al Elefante | ¿Qué se sentirá ser candidata del señor X?

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Ricardo Sevilla

Ayer, durante la Conferencia Mañanera, nos enteramos de que la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad podría estar dilapidando alrededor de tres millones de pesos por “investigación”.

No nos extraña. Hace un tiempo, supimos que esta asociación recibió más de 25 millones de pesos de parte de Estados Unidos.

De 2019 a 2020, la asociación civil MCCI, dirigida en esas fechas por el empresario Claudio X. González, fue financiada por la United States Agency for International Development USAID.

Pero, contra lo que podría mirarse a simple vista, estas donaciones encubren una intrusión más compleja y peligrosa. Y es que la USAID, a pesar de presentarse como un organismo independiente, opera bajo las normas y pautas estratégicas que le impone el Departamento de Estado norteamericano.

Aunque la USAID asegura tener como objetivo principal el reforzamiento de la política exterior estadounidense (cooperando con los países receptores en las áreas económica, agrícola, sanitaria, política y humanitaria) ha recibido severas — y constantes — críticas debido a su estrecha colaboración con la CIA que, de acuerdo con periodistas de distintos países, está basada en un programa intervencionista cuyo propósito es ayudar a desestabilizar gobiernos que no se alinean a las políticas de EU.

La USAID, que actualmente es uno de los principales financiadores de la organización MCCI, tiene una larga y sórdida relación con partidos políticos derechistas y grupos de la autodenominada “sociedad civil” que, mediante estrategias encubiertas (que incluyen el desvío de fondos y la entrega discrecional de dinero), han intentado derrocar a gobiernos que son considerados enemigos de la Casa Blanca.

Y es que, bajo el anzuelo de la cooperación para el desarrollo, no hay duda de que la USAID es una de las principales armas que el Gobierno de EU ha utilizado para enfrentar “la amenaza comunista” y, ahora, “la amenaza populista”.

Y esa es precisamente la gran pregunta que debe responder Xóchitl Gálvez: ¿Qué se siente ser la candidata de un sujeto como Claudio X., que, detrás de una careta filantrópica, esconde un vulgar instrumento injerencista?

 

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