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Adriana “N” contó por lo menos a 10 personas que golpearon a Antonio hasta matarlo.
Redacción Grupo Cantón.
“¡Le están pegando!”¡Ayúdenme, le están pegando!”, gritaba desesperada Adriana “N”, mientras un mesero de la cantina La Polar trataba de impedir que grababa con su teléfono celular la masacre que estaba viviendo su amigo Antonio Monroy.
“¡No está pasando nada!”, respondió el capitán de los meseros, tratando de minimizar los hechos que al menos 10 de sus compañeros estaban haciendo puertas atrás, pues entre los sonidos de los demás comensales, de platos y tazas los gritos de Antonio no se escuchaban. Adriana “N” al percatarse de que el resto del personal estaba encubriendo la golpiza, se levantó de su asiento y bajó corriendo las escaleras gritando “¡Le están pegando!”¡Le están pegando!”,”¡Ayúdenme!”.
Pero ya era demasiado tarde, instantes después el cuerpo de Antonio ya estaba inconsciente y ensangrentado en el suelo del estacionamiento, mientras varios meseros y el jefe de seguridad del lugar le seguían pegando “¡Eso te pasa por tacaño!”, ” ¡A ver si así aprendes!, pero la víctima ya estaba irreconocible. Minutos antes, Antonio y Adriana arribaron al restaurante La Polar localizado en la calle Guillermo Prieto número 129, en la colonia San Rafael, alcaldía Cuauhtémoc, con el afán de comer una birria, beber algunos tragos y pasar un buen rato, pero no se imaginaban que aquella noche el destino les tenía preparado un terrible acontecimiento.
“¡No les voy a dar el 50% de propina, pues es opcional!”, dijo Omar entre bromas y respondiendo a los meseros, quienes les estaban exigiendo una buena cantidad de propina, la cual ya habían anexado a la cuenta total de los dos clientes.
De repente, los trabajadores lo tomaron y entre varios lo empujaron violentamente detrás de una puerta, comentó Adriana Amaranto: “Lo aventaron hacia un lugar a donde yo ya no lo pude ver, cerraron las puertas y yo les decía que lo estaban golpeando”.
POLICÍA
“¡Hay que sacarlo por la puerta trasera y tirarlo en la calle!”, acordaron el jefe de seguridad Sergio Gama y los trabajadores, sin imaginarse que las cámaras estaban filmando su bestial accionar. Antes de sacarlo hasta la calle, Gama lo arrojó brutalmente contra el piso y le tiró otros golpes; luego le gritó a un policía del CUSAEM que fungía como vigilante que le ayudara a sacar el cuerpo.
“¡Ayúdame a cargarlo, wey ¡”, dijo, por lo que el policía tomó a Antonio de los pies y lo sacaron hasta la calle. Ante los hechos, uno de los testigos que aquel día se encontraban en el inmueble dijo a Diario BASTA: “¡Fueron los mismos meseros quienes sin piedad lo golpearon hasta matarlo!”, aseguró.
Explicó que pagó su cuenta y salió rápidamente del lugar, pues presentía que las cosas no estaban bien.
Por su parte, Adriana, la acompañante de Antonio, salió corriendo del establecimiento, y se percató que en el suelo estaba el cuerpo de su amigo, ensangrentado e hinchado por todos los golpes. “¡Auxilio, por favor!”, “¡Necesito ayuda!”, dijo mientras estiraba su mano y se percataba de que la víctima ya no respondía.
“¡No, está muerto!” “¡Despierta Toñito, por favor, despierta!”, gritó la mujer entre sollozos, mientras se manchaba sus manos de sangre al levantar la cabeza de su amigo, quien, desafortunadamente, no volvió a abrir los ojos. “Fue una injusticia lo que los trabajadores del restaurante hicieron, pues no tenían por qué pegarle hasta matarlo”, señaló Adriana, quien agregó que los asesinos parecían bestias sedientas de sangre, tras el bestial ataque.
Tras la difusión del caso, clientes frecuentes del lugar acusaron que algunos meseros cobraban propinas forzosas hasta del 50% del consumo.
“Ya no deberían abrir el restaurante. Qué tipo de gente trabajaba en ese lugar”, señalaron. Finalmente, el Instituto de Servicios Periciales y Ciencias Forenses, señaló que Toño murió de asfixia por estrangulamiento.