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CIUDAD DE MÉXICO.– Eran las 5:20 de la mañana cuando el timbre del teléfono despertó a la señora Carmen “N”; del otro lado del auricular escuchó la voz temblorosa de un joven que de golpe le dijo “señito, su hijo está muerto, lo puede encontrar afuera del Hospital General de Iztapalapa, está dentro de una camioneta” y le colgó.
Su corazón comenzó a latir apresuradamente; trató de camarse y pensó que tal vez se trataba de una broma de mal gusto, sin embargo, su preocupación aumentó cuando se asomó al cuarto de Sergio y vio que no estaba en su cama.
Tal vez se quedó con alguno de sus amigos –pensó a manera de consuelo–, pues era común que Sergio se tomara algunas copas los fines de semana con El Brandón y El Yiyo, sus mejores amigos, por lo que decidió tomar el teléfono y llamarles para ver qué razón le daban de su hijo, pero ninguno le contestó.
Entonces se armó de valor, tomó su monedero y abordó un taxi para ir al sitio que le habían indicado en la misteriosa llamada. En el camino rezaba porque a Sergio no le hubiera pasado nada. “Por favor, Virgencita, que no le pase nada a mi muchacho, que se encuentre bien”, balbuceaba desesperada.
Carmen se sobresaltó cuando al llegar al hospital vio un montón de patrullas, policías y peritos. Bajó apresurada del taxi y se dirigió hasta donde revisaban una camioneta. En ese instante un extraño presentimiento comenzó a recorrer todo su cuerpo y, al asomarse, grande fue su sorpresa al ver que en la batea del vehículo yacía el cuerpo sangrante de su hijo, sin vida. “Qué pasó Sergio, qué te hicieron hijito, por qué a ti, porqué a ti…”, exclamaba desesperada mientras se mecía los cabellos y trataba de abrazar el cuerpo, lo cual fue impedido por policías que, en vano trataban de tranquilizarla, pero ¿quién entiende el dolor de una madre?
Carmen se resignó pero aún se sigue preguntando ¿qué pasó?, pues ni Brandon ni El Yiyo, los “mejores amigos” de su hijo, le han dicho por qué lo abandonaron a su suerte.
