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Por Ricardo Sevilla
Ayer, finalmente, decidieron renunciar los ocho ministros conservadores a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y eso, desde hace tiempo, ya estaba cantado.
Mucha gente los catalogó de mentirosos, hipócritas y traidores a la patria. Y parece, lamentablemente para ellos, que nadie se equivocó.
Era cuestión de tiempo y, desde luego, del dinero que se llevan, para que renunciaran. Aunque lo negaron una y otra vez, hasta el último momento, la avaricia fue su sello distintivo.
Lo único que hicieron fue ganar tiempo y utilizar, infelizmente, a muchos empleados del Poder Judicial. Durante meses les prometieron que ahí estarían, al pie del cañón, apoyando su lucha. Pero también fue una mentira.
Se van, pero no sin antes patear el pesebre y llevarse todo lo que puedan. Y esa actitud, en el lenguaje llano y coloquial del pueblo, se le cataloga de manera fuerte: se les llama transas y miserables.
Eso sí, no se irán ahora; lo harán hasta agosto de 2025. Y lo cierto es que si este puñado de ministros fueran congruentes, deberían renunciar ya. ¿Para qué los queremos hasta el próximo año? Pero dicen que la ley es así.
Desde luego, los chayoteros ya están llorando. La señora Lourdes Mendoza, por ejemplo, se ha quedado muy triste. Ya no habrá chayotito ni V.º B.º en suscolumnas.
La Constitución que dicen defender establece claramente que “ningún servidor público deberá ganar más que el Presidente”, y no lo hicieron así.
Definitivamente, son momentos muy tristes para la oposición. Sus ídolos, con pies de barro se ha. desmoronado. Sin importarles nada más que su pensión dorada, saltaron, cual bichos peludos, del barco cuando sintieron que se estaba hundiendo.
Norma Piña y sus secuaces afirmaron que defenderían al Poder Judicial hasta el último momento, pero lo que realmente querían era una jubilación millonaria. Y eso, el dinero contante y sonante, bastó para que abandonaran sus “ideales” y a su gente.
