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ERNESTO RAMOS MEGA
Nuestras reglas electorales surgieron de algunos traumas políticos recientes. Desde 1988, se buscó evitar las conductas que agraviaban a los partidos políticos y limitaban los derechos políticos y electorales de la ciudadanía. Las normas, procedimientos y autoridades se adaptaron, como ejemplo tenemos las características de los materiales electorales.
Para impedir que personas con poder presionen e incidan en el voto, se diseñaron canceles y mamparas electorales que aseguran un espacio donde marcar las boletas en secreto, sin que una tercera persona conozca el sentido del voto. A estos materiales se les imprime la frase “El voto es libre y secreto”.
El líquido indeleble permite marcar el pulgar derecho de quienes votan, para impedir que voten más de una vez. Esta medida se acompaña de 2 materiales más: el sello votó en la lista nominal y la marcadora de credencial que distingue las elecciones, donde ha participado la persona portadora de la misma. Con esto combatimos el llamado carrusel, cuyo plan era trasladar a personas de casilla en casilla para votar varias veces.
En el pasado se registraron urnas “embarazadas” con boletas, marcadas a favor de un partido político antes de que se abriera la votación a la ciudadanía. Ahora quienes integran las mesas directivas de casilla arman las urnas transparentes, en presencia de las representaciones de candidaturas independientes y todos los partidos.
La ley electoral llega al detalle de definir la medida de la ranura de las urnas. Tiene que ser estrecha de manera que sólo se pueda introducir una boleta doblada en cuatro y no puedan extraerse boletas. Esta medida busca evitar el taco, una operación donde se reunían varias boletas echas rollito y se introducían a las urnas.
Las medidas de seguridad en las elecciones no son gratuitas, están justificadas por las conductas
fraudulentas realizadas en el pasado y son importantes para cuidar nuestro derecho de elegir a nuestros representantes de manera libre y auténtica.