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Ricardo Sevilla
El grotesco, pedante, soberbio y ultraderechista Javier Milei ha avanzado en las elecciones primarias en Argentina.
Milei, un personaje deleznable que busca abolir el banco central y adoptar el dólar estadounidense como divisa argentina, por increíble que parezca, recibió el 30 por ciento de los votos en su país.
Y eso que los sondeos más esperanzadores habían sugerido que el apoyo de Milei, a lo mucho, rondaba el 20 por ciento. De hecho, los analistas políticos, desde su pedestal de vaticinadores de opereta, anticipaban que sus propuestas radicales de política evitarían que atrajera a muchos más votantes. Pero no fue así. Al contrario: el excomentarista televisivo se ha colocado a la cabeza en la contienda por la presidencia en Argentina. Y eso es terriblemente preocupante.
Y preocupa porque eso quiere decir que Milei tiene una clara oportunidad para gobernar Argentina, una nación de 46 millones de habitantes y algunas de las mayores reservas mundiales de petróleo, gas y litio.
Las elecciones generales de Argentina, que se llevarán a cabo en octubre y podrían ir a una segunda vuelta en noviembre, pondrán a prueba la fuerza de la extrema derecha en el mundo. Y eso debe encender las alarmas, no solo de la izquierda, sino de la población mundial, porque Milei no es un caso aislado. Milei es un fascista declarado, como muchos panistas de nuestro país.
Y hay que tener mucho cuidado porque Milei, que es el candidato de ese engendro denominado La Libertad Avanza, podría convertirse en el próximo presidente argentino. Y, de ser así, sería un presidente con nula responsabilidad social, un sujeto que pondría la educación y la salud, en manos privadas.
Milei, prácticamente, mandaría la ciencia y la tecnología a la basura. Porque este señor, que es como un pajarraco lenguaraz, por si fuera poco, ha sido acusado por violencia de género; este personaje que, ahora se sabe, designó a mujeres para cargos a cambio de favores sexuales, es un enloquecido que, imagínese usted, quiere crear mercado para la compraventa de órganos; Milei, para terminar pronto, es un amante del totalitarismo, muy similar a varios de los engendros que tiene la derecha mexicana.
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