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Eduardo López Betancourt
Ernesto Zedillo fue Presidente de México, como bien se dice, por un “chiripazo” y una desgracia. Jamás el personaje en cita “soñó” dirigir al País, siempre tuvo su mira puesta para trabajar en Estados Unidos, pero, insistimos, por una desgracia, como lo fue el cobarde asesinato del candidato priista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, cuyo autor fue quien dirigía al País en esa época, se le hizo el “milagro” a Zedillo, quien siempre ha denostado su nacionalidad. Tengamos presente, es egresado del Instituto Politécnico Nacional, jamás lo mencionó y si por el contrario, se siente orgulloso de haber hecho estudios en la Universidad de Yale.
Zedillo viven en Estados Unidos, lugar por el que siempre ha tenido simpatías y, donde, después de haber dejado la Silla, se fue de empleado a una empresa de ferrocarriles a la que benefició siendo Mandatario. Eventualmente este cínico personaje aparece para esbozar críticas, denigrar y lanzar todo tipo de ofensas hacia el país que nunca supo gobernar con patriotismo.
Ahora aparece criticando la Reforma Judicial, pero olvida la perversidad de la que fue autor, cuando, el 31 de diciembre de 1994, a unos cuantos días de haber llegado al Poder, cesó, cual si fueran empleados de fábrica, a 21 Ministros numerarios y 4 supernumerarios, por cierto, entre ellos, al que ahora anda de “sabiondo” del mundo jurídico, el insensato Diego Valadez.
Nótese, Zedillo dejó a México sin cabeza del Poder Judicial durante más de 90 días, pero de ese acto inconstitucional, nunca hace remembranza en sus visitas turística a México, como en esta ocasión.
También, recordemos, Zedillo fue el perverso, junto con Salinas, del Fobaproa; volviendo al Poder Judicial, Zedillo impuso a sus amigos como Ministros, mismos que le fueron leales y siempre estuvieron al servicio de sus negocios, inclusive, el Presidente de la Corte de aquel entonces, junto con su hijo, tenían su despacho particular en la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación, desde donde se hacían los más turbios y oscuros negocios de México. Que desvergüenza de Zedillo.