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Abraham Mendieta
A Santiago Creel se le fue de las manos la nominación opositora a la Presidencia de la República, y no es la primera vez que le ocurre. Esta vez no bastó con tener el control del padrón partidista: sus adversarios internos pudieron más que él, y se juntaron todos en un frente Anti-Creel, articulando una cargada mediática, económica y partidista que no pudo superar.
A nadie en su partido emociona la posibilidad de que Xóchitl Gálvez, un perfil impredecible y en ocasiones, poco estratégico, se quede con una candidatura perdida, más allá de que simulen entusiasmo, pero en el PAN están convencidos de que con Creel perderían aún más posiciones en los congresos y en los Estados y municipios del país.
Además, para garantizar la viabilidad de la alianza opositora, es posible que del PRI tengan que emanar las otras 2 de 3 propuestas para la precandidatura del “Frente Amplio”, algo que impediría, incluso, que llegase a la final si Beatriz Paredes y Enrique de la Madrid exigen como premio de consolación el segundo y tercer lugar.
La tragedia de Creel ha sido en parte narrativa: por un lado, era el tipo educado que representaba cierta diferencia de formas con el panismo, pero también era el que perdía por completos los estribos en sus vídeos, gritando y ajetreando el atril.
Por otro lado, era “el hombre Constitución” que respetaba cabalmente las leyes, esas mismas que hoy violan con una precampaña desde su cargo público, a diferencia de las corcholatas de Morena, que dejaron sus posiciones políticas.
Incluso, fue quién destrozó su institucionalidad expulsando a las Fuerzas Armadas del recinto parlamentario en el acto protocolario de inicio de periodo de sesiones, solo para quedar bien con ese sector ultraminoritario de progresistas antimilitaristas del PAN.
Pero la verdadera tragedia ha sido política: calderonistas, panistas juniors de la CDMX, y gobernadores hicieron bloque contra él. Solo le quedó el apoyo parcial de su paisana Maru Campos, que pesó muy poco dentro del PAN.
Es curioso, porque Santiago Creel ha sido el candidato natural del PAN desde hace casi 20 años: un hombre blanco multimillonario, heredero de uno de los peores caciques de la historia del país.
Pero sus viejas batallas, y las nuevas formas impuestas por la 4T le arruinaron su viejo sueño.
