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abril 24, 2024

Que el Espíritu de Jesús sea nuestra verdadera luz, la luz que nos guíe a nosotros, y con la que guiemos a los demás.

¿Cuál es mi vocación y misión?

Que el Espíritu de Jesús sea nuestra verdadera luz, la luz que nos guíe a nosotros, y con la que guiemos a los demás.
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19/01/2020 05:05 / Centro, Tabasco

EVANGELIO DE SAN JUAN 1, 29-34
EN EL SEGUNDO CANTO DEL “SIERVO DE YAHVÉ” ES ÉL MISMO QUIEN TOMA LA PALABRA Y DEFINE SU MISIÓN: “SER LUZ DE LAS NACIONES PARA QUE LA SALVACIÓN DE DIOS LLEGUE HASTA EL CONFÍN DE LA TIERRA”. TODO HOMBRE TIENE UNA VOCACIÓN Y UNA MISIÓN, QUE NACE DE LA LLAMADA QUE RECIBE DE DIOS. PABLO DESCUBRE SU VOCACIÓN Y SU MISIÓN, JUAN TAMBIÉN ES CONSCIENTE DE CUÁL ES SU MISIÓN Y LA ASUME.

JESÚS, EL AUTÉNTICO “SIERVO DE YAHVÉ”, SERÁ PRESENTADO POR JUAN PARA LLEVAR A CABO LA MISIÓN QUE EL PADRE LE ENCOMIENDA: “ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO”. JESÚS CARGA CON LOS PECADOS DE SUS HERMANOS, LOS HOMBRES Y SE OFRECE, AUNQUE ES INOCENTE, PARA EXPIAR POR ELLOS. ÉL ES QUIEN RESTABLECE LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON DIOS, HACIENDO QUE EL HOMBRE Y LA MUJER SE RECONOZCAN DE NUEVO COMO HIJOS SUYOS. VOCACIÓN Y MISIÓN, ¿TE HAS PREGUNTADO CUÁL ES LA TUYA?.

PALABRA DE DIOS, TE ALABAMOS, SEÑOR.

MONSEÑOR GERARDO DE JESÚS ROJAS LÓPEZ
OBISPO DE TABASCO
cancilleria@ diocesista­basco.org.mx

Reiniciamos de nuevo el año litúrgico con un evangelio que está en continuidad con la última fiesta del Bautismo de Jesús, que celebramos el domingo pasado. Aparece Juan Bautista dando testimonio del Señor y señalándolo como el Mesías de Dios, como el Predilecto del Padre. Para el evangelio, la fe es ante todo experiencia viva y testimonio de esa experiencia, antes que doctrina o que dogmas o ritos o moral. Juan Bautista insiste en que él ha visto al Mesías y que de eso da fe. Desgraciadamente, muchos cristianos no han hecho esa experiencia de Cristo, no han “visto” al Señor, y sin “ver” es muy difícil hablar ni convencer a nadie.

La crisis religiosa que vivimos hoy tiene mucho que ver con esta falta de “testigos” vivos del Evangelio. Y por eso, entre otros muchos factores, mucha gente ha dejado de creer en la Iglesia. Hay muchos cristianos bautizados, pero muy pocos convencidos y convertidos, muy pocos que hayan tenido experiencia de Jesucristo. Más que nunca hoy necesitamos ser “testigos” de Cristo, contagiar el amor que ha transformado nuestras vidas. Es fundamental formar comunidades cristianas acogedoras donde sea posible vivir experiencias profundas de oración, de meditación de la Palabra de Dios, que estén cerca de los pobres, que vivan de verdad la Eucaristía. Que puedan decir de nosotros: he ahí un cristiano al que se le nota que Cristo está en su vida, porque irradia su amor, su paz, su alegría, su bondad.

Nos dice San Juan Bautista que es Jesús quien quita el pecado del mundo. No habla el evangelio de hoy del pecado de cada ser humano sino del pecado del mundo. Jesús, figura de “el siervo” en la primera lectura, se hace “luz de las naciones” para que la salvación que Él trae y que Él mismo es, llegue a todos los rincones de la tierra. Al quitar el pecado del mundo nos libera de la fuerza de la fatalidad, desdramatiza la historia humana.

¿Qué es este pecado del mundo? Este pecado justifica estructuras que hacen perdurable y eficaz la realidad del mal. En el mundo hay una realidad que llamamos mal y que va más allá de lo que cada uno de nosotros hacemos. Sin embargo, es el resultado del egoísmo humano y de la ausencia de fraternidad. Pero el cristianismo dice que el mal no forma parte ni del proyecto creador, ni del ser de las cosas, ni de una especie de fatalidad con la que hubiera que pactar.

Que Jesús sea quien quita el pecado del mundo quiere decir que nunca hay nada definitivamente perdido, que todo puede ser salvado, que tiene sentido nuestro esfuerzo por recuperarnos, por responsabilizarnos ante la acción del mal que daña al inocente. Este es el regalo de Jesús, su misión. Alguien espera, necesita que también sea la nuestra. Dice la Escritura: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.

Es algo evidente: si de Cristo se nos dice que adoptó una forma plenamente humana, como un hombre cualquiera, pasando por uno de tantos, es porque, corporalmente, fue en todo semejante a cualquiera de nosotros, menos en el pecado. Lo distintivo y significativo de Jesús de Nazaret no fue tanto lo que hizo y dijo, sino el Espíritu con el hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Tener muchos conocimientos sobre lo que Jesús hizo y dijo es ser un buen Cirstólogo, en cambio, saber mucho sobre el Espíritu con el que Jesús hizo lo que hizo y dijo lo que dijo es ser un buen Neumatólogo.

La sociedad cristiana necesita más buenos Neumatólogos. Y, por supuesto, los cristianos, en general, lo que necesitamos es hacer lo que hacemos y decir lo que decimos con el espíritu con el que actuó y habló Cristo. Por supuesto, que a una persona se la conoce por lo que hace y dice, pero no sabremos toda la verdad sobre una persona hasta que no sepamos por qué y con qué espíritu hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Con una mala intención, con un mal espíritu, se pueden hacer obras muy buenas. Una misma acción se puede hacer por motivos puramente egoístas, o por motivos altruistas.

En nuestras catequesis actuales a los niños y, con mayor razón, a personas mayores, no debemos insistir tanto en detalles históricos sobre lo que Jesús hizo y dijo, porque eso dependió en gran parte del tiempo en el que lo hizo y dijo, y eso no es imitable para nosotros, en cambio debemos hablar más del Espíritu con el que hizo lo que hizo y dijo lo dijo, porque sí podemos en gran parte tratar de imitarlo. Debemos procurar que la vida y el Evangelio de Jesús puedan ser entendidos por la sociedad en la que nosotros vivimos. Las circunstancias de tiempo y lugar son fundamentales para entender lo que una persona hizo, o dijo. Estas circunstancias cambian, lo que no cambia para entender a una persona es entender su espíritu.

Aparece el Texto siguiente en el Profeta Isaías: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Estas palabras del profeta  se refieren al siervo de Yahvé. Son muchos los comentaristas que piensan que el Siervo de Yahvé se refería al verdadero pueblo de Israel, aunque nosotros, los cristianos, siempre hemos visto prefigurado en el siervo de Yahvé a Jesús de Nazaret, a nuestro Mesías. Pues bien, el Mesías debe ser para todos nosotros la luz principal que guíe nuestro caminar en este mundo. Es decir, que Jesús debe ser nuestro camino para llegar al Padre, Dios, y la Luz que nos ilumine durante el camino.

Esto, en nuestra sociedad no es algo fácil, ya que los valores que se viven en la sociedad actual son valores económicos, o políticos, o deportivos, pero casi nunca religiosos. Hacer que sea el Espíritu de Jesús el que guíe nuestro caminar nos exigirá vivir en muchos momentos en contra de los valores que actualmente se predican y de los que se habla constantemente. Por eso, los cristianos tenemos que acostumbrarnos a vivir hoy en minoría respecto a la mayoría de los ciudadanos. Respetando siempre a los demás, pero no aceptando todo lo que dicen y de lo que hablan constantemente. Que el Espíritu de Jesús sea nuestra verdadera luz, la luz que nos guíe a nosotros y la luz con la que nosotros intentemos guiar a los demás.

Este saludo que hacemos en la Iglesia en cada Eucaristía está tomado del Apóstol de los gentiles: “La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con Ustedes”.

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