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marzo 28, 2024

CDMX

20 años con culpa

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CARLOS RÍOS

CIUDAD DE MÉXICO.– A más de 20 años, a Basilio aun le remuerde la sentencia que un día dijo a su padre: “solo muerto volverás a esta casa”.

Y es que eran severas las golpizas que daba a su madre, una mujer muy católica y abnegada que pensaba que el maltrato era parte de la vida de una mujer casada.

Basilio y sus hermanas lloraron la ausencia de su padre, sin embargo, las constantes promesas de dejar de tomar y golpear a su esposa los cansaron luego de unos años.

El padre de Basilio intentaba dejar el alcohol, pero caía una y otra vez; regresaba a pedirles perdón y también que lo dejaran volver, pero ellos se mantuvieron firmes en su negativa de que volviera a maltratar a su progenitora.

Eran los 90’s y Basilio tuvo que dejar su pueblo en Hidalgo para venir a trabajar a la Ciudad de México.

A pesar de estar solo, Basilio logró hacerse de una casita de interés social, en la que aun vive en Ciudad Nezahualcóyotl, y continuó ayudando a su madre, que aun es su mundo. Pocas veces se encontró con su padre, siempre en estado etílico.

Cada fin de semana regresaba a su pueblo… y los años pasaron.

Un sábado volvió, como acostumbraba. A lo lejos vio un manteado en el patio de su casa y un rostro de terror se le dibujó cuando vio en el centro un altar alrededor del cual rezaban a su padre.

La noche del martes anterior, tres de los jóvenes pudientes del pueblo, ebrios, atropellaron con su auto al papá de Basilio. Aun tomado como estaba, logró salir ileso. Trastabillando, dando tumbos y con la ayuda de vecinos se alejó del lugar.

Los jóvenes contemplaron la escena desde lejos, quizá con el temor de que su víctima los denunciara.

Al día siguiente fue hallado su cuerpo en un terreno baldío, lo habían matado a golpes, pedradas y puñaladas.

Las hermanas de Basilio le llamaron a su trabajo, con tan mala suerte para él que ese día, precisamente, había entrado a trabajar a otra empresa, una fábrica de calcetines, donde ganaría mejor. No fue localizado.

No pudo volver a ver vivo a su padre, ni siquiera muerto al menos dentro de su féretro.

Por eso ahora le pesa el recuerdo de haberle prohibido regresar a casa… a menos que fuera muerto.

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