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abril 26, 2024

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Gualberto: ¡Qué astro!

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TEXTO DE RODRIGO DE LA CADENA

Inicié este escrito con una canción en la cabeza: “Hasta que vuelvas”, célebre obra compuesta por Mario Arturo Ramos y Felipe Gil, una de las melodías entrañables y preferidas de uno de los bohemios insignia de nuestra orgullosa cofradía nacional de la música y las nostalgias que ya no está con nosotros… Preso de los osos, de las gaviotas o de la rocas, nuestro Gualberto Castro se quedó en el camino.

“La felicidad es una forma de navegar por esta vida que es la mar…”

Hoy no les voy a platicar de una inmensa trayectoria de más de 70 años, tampoco voy a alardear a la virtuosa, la mejor primera voz que un ensamble vocal haya podido aspirar a tener jamás, dominando diversos matices, colores de voz y haciendo gala de una afinación perfecta en la tesitura comprendida entre un Sol 2 hasta un Fa 5, menos aún me referiré al exitoso solista que le dio a México primeros lugares en certámenes internacionales de la relevancia del OTI, tampoco hablaré del carismático humorista y anfitrión de la televisión en La carabina de Ambrosio que le dio a América Latina horas imborrables de sano esparcimiento… tampoco les voy a hablar de sus triunfos internacionales desde Las Vegas (inaugurando el Caesars Palace) hasta la Patagonia, pasando por el Olimpia de París o el estadio Maracaná de Brasil.

Mi Gualberto conoció las mieles del éxito desde muy joven, heredando el talento de su padre, Don Antonio, quien era músico, excepcional compositor y legatario de una familia de artistas. Siendo un niño, en los años 40 buscó oportunidades en las emisoras de radio de la capital mexicana, causando de inmediato una grata sorpresa entre los directores, artistas y músicos de la época siendo bautizado como El benjamín de la canción, tras convertirse en el más joven intérprete de emisoras como XEW, XEX, XEQ y Radio Continental y después de hacer tablas en centros nocturnos y cabarets consolida su debut como cantante y bailarín en el Teatro Margo (hoy Teatro Blanquita).

A fines de los años 50, cuando sus primos Arturo, Jorge y Javier, conocidos como “Los Panchitos” (ya que hacían una copia exacta del famoso trío) dejaron de ser niños, enseguida Gualberto se les une debutando como “Los Hermanos Castro” en el otrora popular cabaret Run-Run, en donde dicho ensamble comenzó a adquirir fama y personalidad propia a través de la polifonía a cuatro voces…

Independientemente de los triunfos de Los Fabulosos Hermanos Castro en empresas como el famoso cabaret “Fórum” o a través de episodios memorables al lado de Ed Sullivan, Liza Minnelli, Tony Bennett, Frank Sinatra o Judy Garland, Gualberto desarrolló una brillante carrera independiente como solista y artista exclusivo de la compañía discográfica CBS, en donde obtuvo éxitos como ”Qué mal amada estás” (Roberto Cantoral), “Por qué será” (Alejandro Jaén) o “Hasta que vuelvas” (Felipe Gil y Mario Arturo Ramos).

A Gualberto, el incansable, no le importó arriesgar una carrera consolidada tras participar activamente concursando en varios festivales de la OTI, en donde obtuvo el triunfo interpretando obras como “Canción del hombre” y “La felicidad” (1er lugar internacional en Puerto Rico 1975) de Felipe Gil, así como “Quién partirá” de Roberto Cantoral. Junto con su primo Benito se robusteció una de las duplas más afortunadas en la industria del espectáculo a través de “El Show del Millón” en donde lo mismo hacían humor, bailaban, cantaban o tocaban instrumentos.

“Que nadie pise tu recuerdo…”

Gualberto Antonio Castro Levario estuvo permanentemente presente en mi vida… Un ser humano de pro, uno de los líderes de la vanguardia de esta legión… Lo quise y lo quiero muchísimo y lo considero uno de los hombres excepcionales que me han formado a partir de la mitad de mi vida jugando un papel fundamental. Nunca se perdía uno de mis conciertos, ni yo los suyos…

De manera que este escrito tiene un doble cariz, un doble filo: por un lado es una despedida, le decimos adiós a un hombre sin par, pero al mismo tiempo se los voy a presentar porque es probable que la mayoría de ustedes no lo conoció detrás del escenario… Fuimos amigos, compañeros, cómplices de taberna, siempre a lo largo de más casi 20 años, de restaurante en restaurante, de escenario en escenario… y no cualquier escenario, ¡escenarios bien!, foros en los que se podía descargar, improvisar, lograr la magia y el hechizo de la comunión con el público y es que el maestro era un poeta de la escena.

“Por qué será que estás entre todas mis cosas…”

Me encuentro en un entredicho: cómo construir una vivencia, una imagen de Gualberto Castro que ustedes puedan apreciar, sentir, hacer suya y no me es fácil, no me es fácil porque Gualas no pertenece a un cartabón, a un esquema, a una figura icónica que coincida con aquellas que nos venden los medios, ¡no!, él era un hombre especial. No soy poeta ni soy biógrafo, tampoco soy pintor, pero sí puedo asegurarles que el arte puede decir muy a menudo aquello que el saber no puede.

Lo primero que les puedo expresar y que espero los conmueva, es el dolor, la desgarradura inmensa que la ausencia de mi padrino, en mi vida y en el mundo me produce. Algo muy serio, muy grande y luminoso se ha perdido. Déjenme compadecer a aquellos ustedes que no lo trataron, ya que se habrán perdido de algo muy especial, excepcional; pero al mismo tiempo los congratulo, los felicito porque se habrán evitado este dolor intolerable, esta pena aguda de saberlo ausente para siempre más.

Padrino amado, “manito lindo”: Me quedo con tu mirada tierna de niño, con tu pasión para amar y vivir la vida a la que te aferraste con armadura de artista. Me quedo con tu voz que seguirá siendo escuela de todos los que aspiramos un día a cantar. Me quedo con tu memoria privilegiada, con tu divertida moda revolucionaria que impusiste entre quienes te amamos, tus playeras de colores y el brillo de tu ropa que armonizaba perfectamente con el de tus ojos buenos. Me quedo con tu extraordinario sentido del humor, tus dietas macrobióticas, tus inacabables sesiones de grabación en Continental (“Discos Gualberto”), en donde a cada proyecto, a cada disco, a cada dúo le dejaste tu alma en una entrega absoluta… Me quedo con el eterno seductor que has sido… Me quedo con el rojo y negro de tu protección, sé que seguirás vigilándonos desde las alturas. Me quedo con tu interminable “Como yo te amé”, tu buque insignia, canción bandera que seguirá resonando en los rincones a voz plena, sin micrófono alguno, sin más amplificación que la mejor caja de resonancia del mundo, tu corazón…

La habitación 119 de la Clínica Londres fue testigo de esas últimas semanas en que ya no tuviste con quien hablar y preferiste ir al cielo a platicar con los viejos que se adelantaron. Sé que nos volveremos a ver, padrino lindo, los que nunca regatearon sus tiempos, ni sortearon su compañía algún día nos encontraremos y nos pondremos al corriente en una bohemia hasta el amanecer.

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