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Cuerpo Errante

Dejen de regatear, por eso estamos como estamos

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Hola lectores del Basta, es un gusto volver a escribir estás líneas de la columna “Cuerpo Errante” para compartirlas con todos ustedes. El año ya arrancó y eso indica que tendremos nuevos retos que asumir, así como aventuras por vivir. Mis mejores deseos a los lectores que utilizan este medio informativo para estar enterados del acontecer nacional, así como de los hechos que ocurren en nuestra hermosa, pero caótica Ciudad de México.

Esta vez les hablaré de una situación que me hizo reflexionar durante este tiempo, resulta que acompañé a mi mamá a realizar las compras para la cena de Navidad y Año Nuevo, yo vivo en Iztapalapa y acudimos a un tianguis que está cerca de nuestra casa.

En este tradicional tianguis acuden productores locales que ofrecen a los consumidores frutas y verduras de temporada. Son vendedores que provienen de algunas zonas de Tláhuac, Xochimilco, Milpa Alta y hasta del Estado de México.

 

Nos acercamos al local de la señora Petra,una mujer trabajadora que lleva más de 20 años vendiendo en las colonias Presidentes de México, Francisco Villa, Puente Blanco y Agrarista, productos como verduras, hortalizas, tamales, panes caseros, los tradicionales “cocoles”, entre otros alimentos de origen natural, que ella misma cosecha en su huerto ubicado en las montañas de Milpa Alta.

Compramos romeritos para el mole, rábanos y lechuga para el pozole; calabazas, chayotes, jitomate, cebollas, verduras para el consumo diario. A mi lado se encontraba una señora que solo observaba las compras de los demás, hasta que llegó el momento en que ella realizó su pedido. Tanto para la señora, así como para muchos mexicanos regatear es parte de nuestra idiosincrasia. La mujer comenzó a pedirle “precios bajos” de nopales, flor de calabaza y otros alimentos a la vendedora.

La señora, de aproximadamente 40 años, pedía que le vendieran el paquete con 20 nopales, a diez pesos, cuando el precio de la bolsita era de tan solo 15 pesos. Para muchos mexicanos adquirir productos a menor precio de lo que está ofertado por los productores da la sensación de ahorro, ya que con su discurso parecen tener el poder convencimiento o manipulación y así obtener un beneficio, por el siempre hecho de no pagar el precio JUSTO.

La señora utilizó esta táctica seguramente con la intención de “ayudar” al comerciante en vender su producto más rápido. Ante esta situación la señora Petra se negó a reducir el precio de su mercancía.

La impresión que me dio la señora que acudió a comprar las verduras es de un total desconocimiento sobre cómo es el proceso de producción para producir los alimentos que consumimos en la mesa, así como de la desvalorización del trabajo del productor. Todos tenemos necesidades que cubrir, tanto los comerciantes como los propios consumidores.

Para no hacer el cuento largo la señora solo se llevó un manojo de cilantro y unos cuantos kilos de cebollas y jitomate. Los nopales no se los llevó, ni la flor de calabaza ni los demás productos que ya había pedido. La mujer se quería pasar de lista y tener una sensación de “lo logré”, soy una “chingona” por lograr bajar el precio de los productos y ahorrarme una lanita. Uy pues ni que estuviera comprando en las Lomas o en Polanco las mismas mercancías.

Tenemos que aprender a respetar el trabajo de nuestros productores mexicanos, valorar su empeño y pagar justo por las mercancías que consumimos, ya sean productos naturales como frutas y verduras, o bien, artículos más elaborados como prendas de vestir, artesanías, joyería y demás.  No hay que pasarnos de lanza.

 

 

 

 

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