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Si algo queda claro en las comparecencias de los secretarios ante el Congreso de la Unión es que su esquema es similar al de antaño, negar todo lo que se les imputa y pedir a diputados y senadores se presente pruebas fehacientes de sus dichos.
Decía Jesús Reyes Heroles (el auténtico) que a él se le podía preguntar lo que fuese y por lo mismo, él tenía la facultad de responder lo que quisiera.
Bajo esa máxima, los miembros del gabinete presidencial acuden con toda seriedad y responsabilidad ante los legisladores y no se inmutan con acusaciones o denuncias, sin importar el tamaño de las mismas.
Se saben curados de espanto y están conscientes de la metralla que recibirán de diputados y senadores de la ahora mayoría y aunque son parte del partido en el poder, saben que se encuentran en desventaja numérica en el Congreso.
Deben comparecer por ley ante el Congreso para hacer la glosa del informe de gobierno, igual que en pasadas administraciones, cumplen con el requisito, soportan los improperios, las puyas, acusaciones, señalamientos y resisten la pesada jornada, sabedores de que los legisladores no están preparados. Los legisladores se basan en supuestos, respaldados por las notas periodísticas, algunas de ellas bien documentadas, pero que se encuentran en la discusión pública con mucha antelación. Eso provoca que los comparecientes estén preparados para rebatir argumentos que circulan en redes y que sorteen todo tipo de dificultades y que, incluso, todo desemboque en enfrentamientos entre legisladores de partidos.
Los secretarios como Rosario Robles, Alfonso Navarrete, Luis Videgaray y Gerardo Ruiz Esparza, salen airosos, con gran sonrisa.
