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PREVIO AL GRAN CONCIERTO final de La Academia, participantes, maestros y personas de la producción ultimaban detalles de lo que sería el último suspiro de esta generación.
Los finalistas, Alexis, Paola, Dalia, Silvia y Kateryn escuchaban atentos las últimas indicaciones. Observaban firmemente el escenario, se apretaban las manos, respiraban muy rápido. No hablaban entre ellos, posiblemente para guardar la voz hasta el momento cumbre.
Alexis, muy decidido, ensayaba su número; la mirada era de victoria, de confianza, de éxito. Una y otra vez repasaba sus movimientos, los gestos eran de un participante contento, que tuvo que vencer varios miedos para pisar la final.
Paola, muy alegre, escuchaba a sus maestros y a la gente de producción que le marcaba sus movimientos. Su mirada demostraba felicidad. Su baja estatura no fue impedimento para ser una grande; ella lo sabía minutos antes del concierto.
Dalia no podía dejar de moverse, brincaba, caminaba de un lado a otro, se comía las uñas, oprimía su cuerpo, gritaba de nervios o de felicidad. Abrazaba a sus compañeros. Estaba ansiosa de que el concierto iniciara.
Silvia, muy reflexiva, ensayaba sus movimientos en la mente, contaba en silencio, repasaba su canción. Estaba muy seria, atenta a todas las indicaciones. Su temple le daba seguridad, confianza de estar pisando la gran final de este reality.