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Andrés Manuel López Obrador tiene un discurso ideológico, como posturas de botepronto con modismos tabasqueños hacia sus adversarios políticos que lo convierte en un hombre polémico y, en ocasiones, lo colocan en el ojo del huracán, o como se dice en tiempos modernos, es “tema del momento”.
El mejor ejemplo de los dichos López Obrador fue el que pronunció el 15 de marzo de 2006, cuando estaba en plena campaña por la Presidencia, y el entonces primer mandatario, Vicente Fox, ofreció reducir el precio de los combustibles.
“¡Cállate, chachalaca! … ¡Cállese, ciudadano presidente!, deje de estar gritando como chachalaca”, reclamó el que era candidato de la Coalición por el bien de todos.
Cuando ocurrió lo de “¡Cállate, chachalaca!”, la expresión fue retomada de inmediato por el PAN para acusar a López Obrador, a través de un spot, de intolerante, y compararlo al entonces mandatario venezolano, Hugo Chávez, quien en vida le había recién advertido a Fox: “Ciudadano Presidente, no se meta conmigo, porque sale espinado”.
Tras haber pasado los comicios presidenciales, contienda en la que perdió por primera ocasión, López Obrador expresó: “¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!”. Eran las palabras con la que se expresó con respecto al triunfo del panista Calderón en la justa por la Presidencia. Para entonces, los medios de comunicación se habían fijado en sus frecuentes descalificativos o estilo coloquial, como las siguientes: “Son encuestas copeteadas”, que era para referirse a las mediciones hechas para favorecer a determinado partido. “Estoy consciente de que no soy monedita de oro”… “Tonto está, el que cree que el pueblo está tonto”… “No nos dejemos apantallar, nos pueden llevar al despeñadero”, para advertir del fracaso de las promesas del presidente Enrique Peña Nieto.
La ideología política de López Obrador, según su discurso, es instaurar la cuarta transformación de México, teniendo como antecedente la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Se trata de una transformación pacífica con la cual busca dignificar las instituciones, al acabar con la corrupción que, según considera, el problema que más daño le ha hecho al país.
El 25 de junio de 2017, pidió a sus seguidores no dejarse engañar por la propaganda de la “mafia del poder” que lo identifica como un político “mesiánico” y al mismo tiempo lo identifica como autoritario.
Recalcó que en México no se tiene que seguir ejemplo de gobernantes, sobre todo cuando él sigue el ejemplo de a los que recuerda con ideales.
“Yo quisiera seguir el ejemplo de un dirigente que en mi imaginario se llama Benito Cárdenas Madero”, dijo.
En el discurso, remarca que es necesario acabar con la “mafia del poder”, la cual dice está encabezada por el expresidente Carlos Salinas, empresarios dueños de los medios de comunicación, como los dirigentes del PRI, PAN y PRD. Para presumir que puede lograrlo, López Obrador asegura que es honesto y congruente, y además, que en razón que como sus seguidores lo conocen también como Peje por lo del pejelagarto que hay en Tabasco, se le puede acusar de “Peje”, pero no de “lagarto”; es decir, no de ladrón.
En entrevistas, no cesa de lanzar sus denostaciones. A José Narro, quien fue un reconocido rector de la UNAM y un crítico de las deficiencias educativas del país, por ejemplo, lo calificó de “matraquero del PRI” por las defensas que asume de la administración de Enrique Peña, ahora como Secretario de Salud.
Sin embargo, el palabrerío con el que AMLO descalifica no es de sus trayectoria reciente, si no forma parte con el que atizó sus discursos desde que inició su trayectoria como político opositor, en Tabasco.
Por su forma tabasqueña de hablar, con una pronunciación de palabras cortadas, López Obrador también es recordado por expresiones como la de “esto es un compló”, cuando se quejaba de los video- escándalos del 2004, pero sin recibir un castigo popular como la mayoría de los políticos.