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Ciudad de México.- Estaban ahí otra vez, entrelazados por el futbol, aunque también separados por su devoción. Clásico 231, el partido más importante de la Liga MX, y que esta vez tuvo como versión la Jornada 11, en el Estadio Azteca.
Dos horas y media antes del silbatazo inicial del árbitro central, César Arturo Ramos, tanto los corazones amarillos, como los rojiblancos ya palpitaban con intensidad en el Coloso de Santa Úrsula, porque además, al ser el duelo más esperado, había que tomar sus previsiones.
Estacionamiento a 200 y 300 pesos en las calles aledañas, para los retardados que prefirieron despilfarrar, antes de llegar temprano y ahorrarse unos centavos.
Pero la imagen más espectacular, dejando de lado el gasto por la nave, fue el ver aficionados del América y Chivas conviviendo, tomándose fotos como una manera de dejar las cosas claras: Esto es futbol, un simple juego.
Incluso, uno de ellos, recordando lo que pasó hace exactamente una semana antes del Clásico Regio, en las cercanías del Volcán felino, dijo: “Nosotros sabemos que esto es sólo deportivo”, y se fundió en un abrazo, aun portando una chamarra de las Águilas, con un seguidor del tapatío, ataviado con la nueva del Rebaño.
El escenario capitalino volvió a cobrar vida, y todo por un mentado Clásico, en el que quedó demostrado que los rijosos son los menos y los que disfrutan el futbol, los más.