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DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA
En el México de las transformaciones, en el que se gesta la cuarta de ellas, la capacidad de asombro desaparece, para dar paso a la normalización de todo lo que antes sacudía consciencias.
Lo horroroso se convierte en cotidiano y los sucesos son solamente parte de la noticia diaria.
Hace no mucho tiempo, la desaparición de 43 estudiantes de Escuela Normal de Ayotzinapa sacudió consciencias, estrujó los corazones y horrorizó al país, como antes había ocurrido con las fosas de San Fernando, Tamaulipas, y los crímenes que cometen por esa zona los grupos delincuenciales.
Ahora se descubren fosas con un mayor número de cuerpos que aquellas, suceden asesinatos a mansalva, se meten domicilios, a bares, restaurantes o en plena calle, dejando un saldo de varias víctimas.
Los medios de comunicación dan la noticia y nos muestran que las coincidencias existen o que donde ocurren esos crímenes son zonas descuidadas por las autoridades, donde se repiten una y otra vez los delitos.
Como esos, otros hechos sangrientos con gran cantidad de víctimas dejaron de ser noticia, luego de sucedidos. Las narcofosas, no impactan ya, sin importar las decenas de cadáveres apilados.
La frecuencia de los crímenes insensibiliza a una población que sigue los hechos y protesta por la desatención de las autoridades cuando les toca en directo a ellos.
Lo peor es que los crímenes del fin de semana en Garibaldi no alteraron su ritmo de diversión y al poco rato, la fiesta continuó.