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Con el objetivo de mantener y fortalecer las raíces mexicanas mediante un espacio para la convivencia de la población indígena y pueblos originarios que radican en la capital del país, el Gobierno de la Ciudad de México entregó el primer Centro de la Interculturalidad, donde podrán difundir, preservar y desarrollar sus tradiciones y cultura.
El inmueble, ubicado en la calle Nezahualcóyotl 29, colonia Centro, delegación Cuauhtémoc, fue entregado por parte de la Secretaría de Obras y Servicios (SOBSE) a la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para Comunidades (SEDEREC). Cuenta con 2 mil 500 metros cuadrados divididos en cuatro niveles de altura: planta baja con un auditorio, foro al aire libre, un mezzanine, temazcal y tres niveles con salones para la impartición de talleres.
Al encabezar la entrega, el Jefe de Gobierno, José Ramón Amieva Gálvez, hizo un recorrido por las nuevas instalaciones para conocer la nueva edificación y realizar la entrega formal del inmueble.
Acompañado de los titulares de la SEDEREC, Evangelina Hernández Duarte, y de la SOBSE, Gerardo Báez Pineda, el mandatario capitalino estuvo presente en la “ceremonia a los 6 rumbos del corazón”, llevada a cabo por habitantes del pueblo originario de Tulyehualco, delegación Xochimilco, para solicitar permiso a los primeros pobladores que habitaron el lugar de usar el nuevo espacio.
El titular de la SOBSE detalló que en el predio se rehabilitó el edificio frontal, donde se recuperó la fachada y se rescató la crujía para integrarlas al nuevo espacio cultural. Estos trabajos se efectuaron en conjunto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con la visión de preservar el patrimonio cultural del inmueble que data del siglo XVIII.
El Centro de la Interculturalidad cuenta con rampas, elevador y guías táctiles para hacerlo 100 por ciento accesible. Los trabajos de obra civil y para la restauración de la fachada y la crujía, en conjunto con el INAH, tuvieron una inversión de 40 millones de pesos.
El edificio cuenta con una cimentación a base de 14 pilas a seis metros de profundidad y durante las excavaciones se encontraron vestigios prehispánicos que fueron resguardados por la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH. La estructura es mixta, es decir de acero y concreto.
También se colocaron barandales de acero reforzados para la seguridad de los menores que utilicen las instalaciones y tiene cuatro módulos sanitarios con barras de apoyo para personas con discapacidad. Además se habilitó una cisterna de captación de agua pluvial de 40 mil litros de capacidad para rehusar el agua en los módulos sanitarios y riego de áreas verdes.
El auditorio tiene capacidad para 200 personas, totalmente alfombrado, con escenario con acabado de duela de madera, y una cabina de luz y sonido; los muros se encuentran cubiertos con aplanados rústicos y paneles acústicos. Posee dos rampas de acceso para personas con discapacidad.
Para rescatar la fachada del inmueble, se retiraron los elementos con riesgo de colapso ya que se encontraban muy dañados. La solicitud de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH fue que no se utilizara concreto, únicamente materiales de la época, con base en arena y cal. Sus cimientos se reforzaron con la colocación de la misma piedra de mamposteo que se recuperó en las excavaciones en sitio y se realizaron inyecciones de cal para estabilizar el terreno.
La restauración de la crujía fue completamente hecha a mano, de manera artesanal, siempre respetando los lineamientos planteados por el INAH para conservar los detalles arquitectónicos de la fachada que data del siglo XVIII.
Asimismo, para estabilizar los muros de la crujía, se implementó un sistema de marcos de acero que sostienen la losa y unen los muros, resistente ante los movimientos telúricos al permitir que el inmueble trabaje como un solo cuerpo.
En ellos se utilizó pintura hecha con base en cal, y fabricada con técnicas tradicionales, que incluye una mezcla de sal de grano, piedra de alumbre (sulfato triple compuesto), tequesquite (sal mineral natural), aguacal y pigmento que permite la respiración del muro de piedra natural.
El proyecto inició en noviembre de 2014, pero el INAH lo detuvo para rescatar la crujía; se retomó la obra en diciembre de 2016, tras replantear el proyecto para conservar la fachada.