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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
Durante muchos años, en México gobernó el neoliberalismo. Éste se basaba en la idea de que el mercado debía ser lo más libre posible y, con ello, se iba a lograr en un futuro el bienestar de la población. Por eso, lo importante para esos gobiernos no era la gente, sino las empresas que, supuestamente, al ser fuertes, lograrían el bienestar general. Todo esto, por supuesto, resultó una completa mentira.
Los gobiernos neoliberales apoyaban los “pivotes de la economía”, pero no a la gente. Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México en 2018, eso cambió radicalmente. El eje de toda acción de gobierno fue el pueblo y su bienestar. Por ello se establecieron decenas de programas sociales, para que los más pobres de México pudieran tener acceso a una vida digna. Es decir, el foco no estaba en las empresas que producen, sino en la gente que consume.
Este sistema que implantó López Obrador fue criticado por el PAN y el PRI. Y hoy lo siguen haciendo con la gestión de Claudia Sheinbaum, que representa la continuación de la Cuarta Transformación.
El PAN, en la “investigación” titulada “El problema de financiamiento a programas sociales”, concluyó que el gasto social “se está convirtiendo en un barril sin fondo, ya que, los programas a los que mayor presupuesto se asigna son los que se entregan de manera directa y en efectivo”.
El PAN y el PRI le apuestan a regresar al pasado y no conciben que los programas sociales sean un derecho. Por eso, en el PAN, recomiendan “ir bajando poco a poco el padrón de beneficiarios para no afectar las fianzas públicas”.
Así pues, la hoy oposición está en contra de la redistribución de los recursos por medio de los programas sociales. Le apuestan, pues, a regresar al pasado donde el bienestar de la gente no era una prioridad. Hacer eso es un retroceso para México, y los mexicanos ya no aceptarán eso.