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Por Sebastián Ramírez Mendoza
Pasaron 30 años desde el levantamiento zapatista de 1994, 27 años de los acuerdos de San Andrés y 23 años de la traición del PRIAN, hasta el día de ayer que el Presidente López Obrador, con los votos del Plan C, pudo promulgar la reforma que por fin reconoce los derechos plenos de los pueblos indígenas y afromexicanos. En el último día de su gobierno.
Se retiró de la vida pública nuestro entrañable compañero, dirigente, Presidente, Andrés Manuel López Obrador. En lo personal es muy duro, no me puedo imaginar los últimos 20 años de mi vida sin AMLO.
En 2006, después del fraude electoral, López Obrador nos convocó a refundar la República. Millones atendimos al llamado. El épico y mítico plantón de Reforma era una auténtica escuela de ciudadanía. En cada carpa una iniciativa cultural, comida para compartir, círculos de estudio, un espacio de solidaridad. Por la tarde había asamblea informativa encabezada por el presidente legítimo. Ni las lluvias tremendas, ni el horror del calderonato lo detuvieron.
En 2008 el presidente espurio intenta privatizar el petróleo y Andrés Manuel nos vuelve a convocar para conformar el Movimiento en Defensa del Petróleo. Nos vamos a la resistencia civil pacífica, las Adelitas lideradas por Claudia Sheinbaum resisten con disciplina. Liliana Felipe escribe e interpreta el himno del movimiento y millones cantan dignos “nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.
Pasamos del gobierno legítimo a construir Morena y después a defender los votos del Hombre Pueblo. Se consolidó la Transformación pacífica, democrática y desde abajo que le devolvió la esperanza y la felicidad al Pueblo. A millones nos cambió la vida haber caminado junto a un gigante.
Lo vamos a extrañar toda la vida, Presidente. Gracias, gracias, gracias.