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La semana pasada el Jefe de Gobierno, Martí Batres Guadarrama, comenzó la sustitución de nombres de las calles de la ciudad, en este “tiempo de mujeres” resulta significativo que el primer nombre sea el de Elena Garro en sustitución del de Gustavo Díaz Ordaz, su perseguidor y por el que tuvo que salir del país junto con su hija Helena, permaneciendo en el exilio por más de 20 años.
Elena la disruptiva, la “loca”, la “instigadora” del movimiento estudiantil de 1968, tuvo que teñirse del pelo y disfrazarse junto con su hija de “indígenas” para poder escapar de la policía que ya la acechaba luego del 2 de octubre. Vivieron en casas de amigos, a salto de mata, escondiéndose hasta que finalmente en 1973, las dos Elenas salen del país.
Francia, Estados Unidos y España fueron los países donde vivieron su exilio. La “Malinche” de los intelectuales (así la llamaban), su lucha en medio de la corrupción política e intelectual de la época que la tildaba hasta de loca no apagó su voz ya que siguió escribiendo y publicando desde el exilio, la relación con el padre de su hija, Octavio Paz, ya instalado en el sistema político e intelectual de la época hacía muy difícil el diálogo y el encumbrado diplomático, pronto se casó nuevamente tratando de dejar por todos los medios en un plano muy lejano el nombre de su primera esposa.
Garro por su parte, se adentraba cada vez más en el estudio de lo mexicano a través de sus ojos de mujer, los temas como el patriarcado, la misoginia, la sumisión y la soledad fueron recurrentes en sus obras que fueron opacadas y proscritas por la figura de Paz hasta su muerte en 1998. Precursora del realismo mágico fue llamada la Juan Rulfo femenina, pero su condición de mujer y de izquierda le impidió formar parte del llamado “Boom Latinoamericano”. En 1991, regresa con su hija del exilio y se instala en una modesta casa en Cuernavaca, el dinero, antes como entonces, siguió escaseando.
Recuerdo el comentario de uno de sus editores “pfff, tengo que llevarle el cheque de regalías a Elena, ¡que asco!, aburre y su casa huele a viejo y a gato”.
Elena, una grande, muere en 1998 y hoy, apenas comenzamos a vislumbrar su gran figura. La historia le debe algo más que una placa y un Centro Cultural, pero por algo se empieza.
Ana María Vázquez
Escritora/Dramaturga
@Anamariavzquez