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Por Verenice Téllez
Desde el inicio de su sexenio el presidente Andrés Manuel López Obrador tenía claro que su gobierno enfrentaría grandes retos ya que trayecto para su llegada a la Presidencia de la República no fue nada sencillo. El liderazgo del jefe del ejecutivo federal fue desde sus inicios transformador e incómodo para las inercias de un sistema político que se acomodó en una burocracia de privilegios y se olvidó del pueblo.
López Obrador sorprendió y sigue sorprendiendo con su perseverancia incansable y es que en realidad su amor por la gente se percibe, siempre ha demostrado ser un hombre sensible ante las injusticias sociales. Solo ese amor por su pueblo, lo llevaron a resistir los embates del régimen neoliberal.
En sus libros ha narrado la historia de un hombre soñador que su mayor fortaleza la encontró en el conocimiento de la historia de México.
El cariño y la empatía con el pueblo mexicano, la fue nutriendo mediante el conocimiento de la cultura y su pasado, así como el legado de otros luchadores e ideólogos nacionalistas que, le permitieron diseñar una política pública completamente creativa y eficiente a la que denominó: “Humanismo Méxicano”, convirtiendo este concepto en una teoría económico-política, hoy guía para el quehacer político de la izquierda. Incluso ya es un referente a nivel mundial de transformación por la vía pacífica.
Su acercamiento con el pueblo o lo que algunos ideólogos llaman “masas”, representa para López Obrador, años de incansable lucha, perseverancia y preparación constante. Recorrer cada poblado del territorio nacional, no solo le permitió conocer al México profundo y olvidado, también le mostró las grandes virtudes y capacidades de una nación organizada y ansiosa de justicia.
López Obrador encontró la fórmula para llevar a buen puerto la resistencia y la lucha del pueblo de México, logró cambiar al régimen y dejar un legado para la continuidad.