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El domingo, el presidente del PAN, Marko Cortés, difundió un video donde afirmó que había sido expulsado de Venezuela y que había sido deportado a Perú. El dirigente del blanquiazul indicó:
“Quiero informarles que lamentablemente fui expulsado de forma arbitraria por el régimen. La policía bolivariana me detuvo en el hotel que me hospedaba. He platicado con muchos venezolanos en estos días. Muchos de ellos tienen miedo, pero todos tienen la enrome esperanza que van a lograr derrotar este domingo al dictador. La inequidad en el proceso es evidente, de hecho, sólo existe propaganda del candidato oficial. Con amenazas obligan a los opositores a declarase a favor de Maduro. Las instancias electorales están completamente controladas: se atreven a inhabilitar a los candidatos opositores. Deseo de todo corazón éxito a Venezuela, triunfo a la plataforma unitaria opositora, a Edmundo González y a María Corina. Y deseo que lo que están padeciendo allá, nunca, pero nunca ocurra en México. Les mando un fuerte abrazo. Les informo que ya estoy bien en Lima, Perú, que fue a donde fui deportado por las autoridades venezolanas”.
El mismo domingo, Felipe Calderón estuvo circulando encuestas, nada más comenzar las elecciones, donde se mentían y se afirmaba una supuesta derrota de Nicolás Maduro.
La derecha mexicana, que en México tuvo un gigante fracaso el 2 de junio, está obsesionada con Venezuela, y de forma ilegal ha buscado intervenir en el proceso electoral de ese país sudamericano, violando la normatividad electoral.
Más que apoyar a la oposición en Venezuela, la derecha mexicana lo que está haciendo es un enorme ridículo. Deberían dejar de intervenir en Venezuela y conformar una oposición digna en México. Pero simplemente no lo hacen.