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Sebastián Ramírez Mendoza
Este domingo terminó el proceso interno del Frente Amplio por México con una concentración en el Ángel de la Independencia en la que le entregaron a Gálvez su constancia como ganadora, aunque no haya tenido competencia. Como hemos señalado en este espacio, el Frente presentó hace unos meses un supuesto proceso ciudadano en el que la gente decidiría quién sería su candidata o candidato a la presidencia, mismo que desde el inicio estaba viciado y condenado al dedazo. La semana pasada en un muy penoso momento para el PRI, su dirigente dio a conocer que bajarían a su aspirante Beatriz Paredes. Esto después de que bajaran a sus compañeros del PRD, del propio PAN y hasta terminar con la priísta que más representaba una amenaza para la candidata de Claudio X.
Para el pasado domingo 3 de septiembre el Frente Amplio de la Simulación tenía prevista una consulta presencial en donde la gente supuestamente acudiría a manifestar sus preferencias en una boleta, aunque unos días antes ni la ciudadanía, ni quien organizó y vigiló su proceso, tenían conocimiento de las sedes para asistir a votar. Pareciera que todo este proceso innovador que le vendieron a la ciudadanía con ayuda de los comunicadores y medios corporativos no fue más que una farsa para intentar ocultar que durante todo este tiempo la imposición ya estaba definida desde arriba.
Xóchitl Gálvez habló en su discurso triunfal sobre la necesidad de reconciliar a la sociedad tan polarizada, pero no podemos perder de vista que la polarización es producto de la profunda desigualdad que los oligarcas han perpetuado desde hace décadas, y de las fobias, el racismo y el clasismo que les caracteriza. La representante de esa misma oligarquía no busca la presidencia para reconciliar a nadie, sino para devolverle al poder económico todos los privilegios que perdieron con la llegada de un auténtico gobierno del Pueblo.
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