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Monreal, del rústico arado al Palacio Legislativo

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CIUDAD DE MÉXICO.-. Ricardo Monreal Ávila era hijo de Felipe Monreal Huerta y Catalina Ávila Alvarado, nativos de Fresnillo, Zacatecas. La pareja, en sus mocedades, se dedicó a las labores del campo y también al del amor, resultando que de la primera apenas y sacaran para comer, y, de la segunda, viniera al mundo Ricardo el 19 de septiembre de 1960, y trece hijos e hijas más: David, Susana, María del Refugio, Leticia, Ana María, Rodolfo, Luis Enrique, Eulogio, Jovita, Cándido, Saúl. Recién Ricardo cumplió 16 años su madre falleció.

La pérdida no disgustó a su padre con la vida sino al contrario, lo obligó a enfrentar la adversidad para sacar adelante a su numerosa prole huérfana de madre. Esfuerzo que el primogénito asumió como enseñanza de que el liderazgo se forja especialmente en los momentos más difíciles, en el infortunio.

Don Felipe Monreal Huerta (hombre duro con sus hijos e hijas a quienes, sin distinción, los sábados y domingo les exigía trabajar en las labores agrícolas: sembrar, cultivar, cosechar, cortar el maíz o el frijol; cuidar las vacas o pastorear las borregas) era hijo de doña Dominga Alvarado, menudita mujer que a Ricardo, desde su niñez, le enseñó el uso del rústico arado; a trabajar de sol a sol, para ganarse el pan de cada día: lo levantaba de madrugada para que la acompañara a sembrar frijol en la parcela dedicada al cultivo.

–Ay, abuela, nos pagan muy poquito por el frijol. ¡No está bien, mejor hay que levantarnos en armas! –decía el chamaco que no cumplía los diez años, cuando regresaban del campo y se quejaba de la dura y monótona faena, durante una entrevista que en octubre de 2019 le hizo la periodista Lourdes Mendoza, para Expansión Política.

–Ay, m’hijito, si no te quieres levantar temprano, menos te vas a levantar en armas –recordó Ricardo que le contestaba la realista y amable abuela paterna.

El rancho de Plateros, donde vivían los Monreal Ávila, nada tenía que llamase la atención. Esos lugares y sus habitantes todos se parecen. Salvo el santuario de Plateros (a cinco kilómetros de Fresnillo), donde desde hace casi 200 años los católicos veneran la pequeña imagen del Santo Niño de Atocha, principalmente en su fiesta del 25 de diciembre, todo era igual: las veredas angostas e intransitables en tiempo de lluvias conducían a las casas bajas de adobe y mal pintadas con cal.

Allí, como los hijos de muchos campesinos del país, el mozuelo Ricardo anduvo descalzo. Y en el mercado de la localidad, para subsistir, preparaba y vendía aguas frescas.

Desde la temprana pérdida de su señora madre, se había propuesto intensificar sus esfuerzos para alcanzar sus sueños al costo que fuera.

Y antes de encerrarse en la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde aprendería Derecho, lo suficiente para titularse como licenciado; cursar estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la UNAM, e impartir catedra como profesor universitario, simultáneamente, en 1975, dio sus primeros pasos en la vida política en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El joven Ricardo, quizá por el estado de prosperidad que el PRI le ofrecía, al darle la oportunidad de ascenso social al iniciarlo en el servicio público, aprovechó la ocasión para conquistar a la joven María de Jesús Pérez Guardado, a quien conocía desde que su padre don Felipe, años antes, invitó a la familia de “Marichuy” a vivir en Fresnillo.

Como para entonces se le consideraba en la comarca como uno de los jóvenes más inteligentes y adelantados, pues desde que salía de casa hacia el puesto de aguas frescas que tenía en el mercado, que le había proporcionado lo indispensable para seguir sus estudios tanto a él como a sus hermanas y hermanos, no faltaba quien se le acercara para solicitarle asesoría, desde cómo sacar un Acta de Nacimiento hasta cómo resolver asuntos más complicados, relacionados con los ejidos y las tierras comunales.

Fue de esa forma como abrió un pequeño despacho de gestión ciudadana y le permitió darse a conocer entre todos sus vecinos.

Fue así que, con la venía de cuantos conocían a “Marichuy” y al joven Ricardo como honrados y de buen carácter, la pareja se casó en 1985. Y como sucede en estos casos, al cabo del tiempo que fija la madre naturaleza, los dos fueron bendecidos con el advenimiento de dos hijas y un hijo: Edna Catalina, María de Jesús y Ricardo, que al pasar los años le darían seis sanos y traviesos nietos.

inicios en la política

De complexión regular: ni gordo ni flaco, estatura mediana, pelo negro, grueso y lacio, tez morena, de barba rala en los carrillos y un bigote cerdoso y parado sombreando un labio grueso y amoratado, como sus congéneres de la región zacatecana, como diputado federal por el III distrito de su estado natal (1997-1998) Ricardo había representado al Congreso de la Unión en foros internacionales de Intercambio Parlamentario en Europa, Sudamérica, la exURSS, China y Cuba. Estaba en la cumbre de su carrera legislativa y era un influyente político entre los abogados del PRI, y como tal ocupaba un lugar de privilegio en la Cámara de Diputados.

Durante su permanencia en el PRI (1975-1998), Ricardo Monreal Ávila ocupó varios cargos: coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto, en la Secretaría de Elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la CNC. Durante este periodo, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó a la Cámara baja como senador suplente de 1991 a 1997.

(Internet)

En 1998, como diputado federal, solicitó permiso como legislador para separarse temporalmente de su cargo. Lo hizo después de renunciar al PRI, para contender por la gubernatura por el PRD (continuará).

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