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Ana María Vázquez
Umberto Eco le llamó “La Máquina del Fango” a la manipulación de la información para sembrar dudas, o ensuciar el nombre público de una persona, principalmente políticos; los pactos que tienen los medios con el mundo empresarial, su principal financiador, los hace dependientes de cualquier capricho que este tenga, desde limpiar su imagen empresarial, ensalzar valores inexistentes como ha sucedido con la señora Gálvez a la que han llamado “virgen, inmaculada, salvadora y hasta verdadera autóctona”, silenciar notas que afectan a esos empresarios o como mínimo esconder la nota en el rincón más apartado de la publicación, para eventualmente alegar que la nota “se publicó”.
La máquina de fango es usada y más ahora para “recuperar el orden constitucional”, SU orden por supuesto, por lo que en plenas pre pre campañas, ha soltado nuevamente su maquinaria contra varios de los aspirantes a ganar la candidatura, y cuando se les acaban los elementos o el ingenio para soltar información sesgada que ponga en duda la integridad de alguno, refuerzan el embate contra los cercanos a la campaña y el golpeteo se acentúa con fotos trucadas o fuera de contexto que puedan “reforzar el discurso amañado” como se ha visto en los recientes ataques a la diputada con licencia Andrea Chávez.
El bombardeo mediático, ha sido secundado por quienes creen de primeras en un discurso que se cae a la mínima investigación, pero algunos “despistados” se compran a la primera y así, “La Máquina del Fango” cumple con el objetivo que mencionaba Umberto Eco: “desprestigiar al adversario político a través de los medios de comunicación”.
No hay escrúpulo, ni ética, ni moral, solo dinero para el desprestigio del adversario; Eco también indica: “el solo hecho de decir algo de alguien crea la sospecha”, y es la sospecha misma la que prende la chispa con la que saldrán más y más denuestos, aunque sean totalmente infundados. He señalado muchas veces la urgencia de una legislación que ponga cotos a las mentiras que circulan en los medios, pero independientemente de si llega o no dicha regulación, a nosotros, como receptores de la información nos toca comparar la información y no caer a la primera.
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