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Abraham Mendieta
En la mañana de ayer, quien fuera coordinador de la bancada panista al inicio del sexenio en la Cámara Alta, el senador Damián Zepeda, decidió compartir públicamente algo que, desde la izquierda, ya habíamos entendido hace unas semanas: el Presidente López Obrador logró imponerle a la oposición no solo los tiempos y las formas de su método interno para las precampañas, sino también, incluso, a sus propios candidatos.
Damián lo puede decir porque lleva años desplazado del PAN, y los suyos hacen esfuerzos por ignorarlo, sin embargo, es evidente para todos que tiene razón. Sí, es un hecho, cuando López Obrador nombra a Xóchitl Gálvez o a Santiago Taboada los posiciona en la discusión pública, de eso no cabe duda, pero lo que no están viendo es, en primer lugar, que marca la línea con la que la base social obradorista se va confrontar con los futuros candidatos, especialmente cuando a partir de septiembre ya no podrá hablar de ellos.
Pero en segundo lugar, también les está obligando a cargar con el techo político que tiene el anti obradorismo: ninguno de sus candidatos logrará superar el 35% de la aprobación general.
Pero eso no es lo más relevante. Lo verdaderamente importante es que el Presidente López Obrador eligió a quienes quiere tener en frente este 2024, y la oposición, con torpeza, se emocionó e infló a todos aquellos mencionados desde el púlpito presidencial.
Hagamos una reflexión: ¿Qué será más fácil, disputarse electoralmente contra López Obrador, o contra Adan Augusto López o Claudia Sheinbaum? La respuesta es obvia, pero la oposición eligió mal a su adversario, decidieron discutir con la figura política más relevante de las últimas décadas, cuya palabra los levanta entre su tercio electoral, pero los defenestra frente a la gran mayoría del país.
Quien gane a la interna de Morena, contará con todo el respaldo público de López Obrador, y por consiguiente, heredará gran parte de la simpatía del obradorismo, que equivale, al menos, a dos terceras partes del país. Y quién gane la interna opositora, que será Xóchitl, heredará también todos los negativos que López Obrador ha logrado posicionarles a sus adversarios.
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