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Abraham Mendieta
No hay registro en la historia política del país, de un Presidente que haya mantenido e incluso, ampliado, una base social tan sólida y grande como la que tiene en su quinto año de gobierno el Presidente López Obrador.
Y no es un asunto de popularidad, o siquiera de aprobación: es un asunto de movilización. La base dura del obradorismo no sólo lo apoya y lo defiende en los espacios en los que convive, también sale a las calles a marchar junto a su líder, e incluso, se concentra por horas para escuchar un extenso y complejo discurso político, con aires de resumen sexenal, en el Zócalo capitalino bajo el sol y bajo la lluvia, como ocurrió antier.
Es sorprendente para cualquier analista político serio, cómo el movimiento obradorista ha mantenido intactas sus formas de acción política: más de 20 años concentrándose masivamente en el mismo lugar, y en muchos casos, con las hijas y los hijos de quienes estuvieron escuchando a Andrés Manuel en el Zócalo desde la primera vez.
No cabe duda que el obradorismo duro, como tradición política, tiene un componente hereditario: de lo contrario sería imposible haber mantenido durante tantos años una misma estrategia de movilización presencial que nunca jamás le ha fallado al hoy Presidente.
Y por si no fuera suficiente el logro político, la coyuntura nacional añade una complejidad extra: estamos en pleno proceso sucesorio para definir quién sustituirá al Presidente López Obrador en Palacio Nacional, con las tensiones naturales que eso genera, y que el Presidente ha conseguido neutralizar muy bien.
Son sus personas de máxima confianza las que están recorriendo el país diariamente: por un lado, su mano derecha y hasta su hermano, Adán Augusto López, haciendo entre 3 y 4 eventos diarios en distintos puntos del país, comunidades y ciudades. Por otro lado, una compañera fundamental, Claudia Sheinbaum, quién recuperó con éxito la CDMX del abandono mancerista, se lanzó al territorio en muchas de las ciudades más importantes del país.
E incluso, y con su sello propio, todas las corcholatas están teniendo una importante actividad pública: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Fernández Noroña y Manuel Velasco. La estrategia política es clara: el obradorismo duro defiende la fortaleza popular del Presidente, mientras los liderazgos amplían la base social del movimiento por todo el país.