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Ana María Vázquez
Los actores de teatro tienen un dicho: “hay que convencer al monstruo de las mil cabezas”, refiriéndose al público que, entre la penumbra del patio de butacas en la función, juzgaría su trabajo. Hoy existe un público mucho mayor, que deberá ser convencido sin lugar a duda sobre su capacidad para contender por la presidencia del país. Para todos, según lo veo yo, está lejana la enorme figura, peso político, conocimiento, experiencia y un sinfín de cualidades que tiene el actual presidente, es consenso que son unos “zapatos” muy difíciles de llenar, sin embargo, este monstruo de las mil cabezas, los ciudadanos gracias a Dios politizados (gran logro de la 4T), comenzamos a escudriñar casi con lupa a los aspirantes de izquierda que han manifestado su deseo para contender en la precandidatura.
Los golpeteos entre simpatizantes de uno y otro son fuertes y violentos, sin embargo, más allá de ello, están los que callan y observan, que son los más y permanecen pendientes a cada paso, declaración, entrevista o acto que realizan. Están los que entienden que el PROCESO DE PARTIDO pone las reglas y estas han sido claras y la continuidad de la 4T y el proceso de transformación al que se han comprometido no debería tener discusión, si acaso matices, pero nada más. La urgencia no es que cada uno se presente en los medios masivos, sino que se atrevan a tocar puertas, recorrer caminos, ensuciarse los zapatos, sudar, conocer a la gente, hablar sin cámaras y toda la parafernalia mediática porque NO van a gobernar para los medios, como antes, gobernarán para el pueblo. Debatir entre ellos, agregaría piedras a un proceso que debe ser de unión, los debates y los medios, TODOS, serán convocados cuando a quien se elija por votación libre, se enfrente con una derecha que, aunque raquítica y ramplona, no deja de tener las mañas que la han caracterizado por décadas. Es una nueva etapa, continuidad con cambio en un proceso inédito y por demás interesante que el presidente Andrés ManuelLópez Obrador y su partido, han diseñado para que, sea el pueblo y no la cúpula, quien decida.
El pueblo sabio es ese “monstruo” y los observa cuidadosamente…a todos.
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