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The Lighthouse “El Faro”

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CALIFICACIÓN: EXCELENTE (5 ESTRELLAS DE 5)

El propio terror que infunden los siete mares sobre el humano, ha sido explorado en un sin número de ocasiones a través del séptimo arte, pues el misterio y lo apabullante de su descontrol, generan riquezas en cuanto a la narración de historias para atemorizar al espectador ávido de emociones impactantes y escalofriantes, pero cuando este plano demencial nos ubica dentro de una isla remota, en un pequeño faro, rodeado de la tempestad de los mares, la soledad y la asfixiante paranoia, entramos y navegamos en tierras insospechadas plagadas de desesperación y caos, el elemento fructífero del cineasta Robert Eggers, quien ya había probado la miel del horror con su filme de 2015, The Witch (La Bruja), y en esta ocasión, con The Lighthouse (El Faro), nos vuelve a demostrar la calidad de ficción y pieza artesanal que puede montar con los elementos natos de su querida Nueva Inglaterra.

The Lighthouse nos lleva a una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890. El veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe) y su joven ayudante Ephraim Winslow (Robert Pattinson), deberán convivir durante cuatro semanas. Su objetivo será mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo que les permita volver a tierra. Pero las cosas se complican cuando surgen conflictos por jerarquías de poder entre ambos y la soledad empieza a hacer estragos dentro de su mente.

Con un guion co-escrito con su hermano Max, Robert nos demuestra una vez más la pulcritud y la serenidad que posee para plantear de manera contemplativa, el abrumador ambiente narrativo que penetra dentro de la cabeza del espectador, ese tipo de material audiovisual que impacta frontalmente y genera dudas, que incomoda y sin duda invita a la reflexión sobre lo presenciado en pantalla. El estilo utilizado dentro de esta producción, con su ejecución en blanco y negro, ensordece aún más, crea complicidad y sin duda inquietud, pues el manejo de las tonalidades funciona de manera extraordinaria, resaltando y jugando a conveniencia con las sombras y luces dentro de cada escena, mostrando solamente lo que el cineasta cree conveniente, manipulando la mente de sus personajes y de su audiencia. Expresionismo gótico que altera los sentidos.

Combinando sutilmente los sonidos propios de la situación que torrencialmente se incrustan dentro de la mente, generando horror en cada segundo; las gaviotas incesantes, las olas del mar que impactan brutalmente la isla o el silencio tempestuoso del propio faro, que simplemente se entremezclan con un bien detallado diseño de producción, y que justamente como lo había realizado con su trabajo previo de The Witch, la época representada a través de lo simplista de sus construcciones se vuelve tangible, real y terrorífica. Dota de vida a cada estructura, objeto o pensamiento.

Las actuaciones de sus protagonistas son el pináculo de The Lighthouse, pues Dafoe y Pattinson entregan brillantemente una dupla que entre diálogos imperativos, miradas frías y llenas de rabia y el exhaustivo trabajo de mantener la cordura dentro de las labores intrínsecas hacia el cuidado del faro, se vuelven parte de uno, pues la complicidad dentro de su decadencia personal está ahí presente. Willem, acostumbrado a su comprometida profesión, nos muestra a un reacio Thomas Wake, quien en todo momento se muestra en su rol de mandamás, correctivo y brusco, carente de lucidez mental y siempre estoico ante la vehemencia de su ayudante. Por su parte, el joven Winslow, regala a un Pattinson que en primera instancia se posiciona como alguien elocuente, entregado y dispuesto a completar su tarea como segundo al mando, pero conforme avanza la trama, de manera brillante e impetuosa, va deteriorándose psicológicamente hasta llegar a extremos verosímiles que perturban e impresionan por igual.

Uno de los factores que juegan en contra de esta majestuosa producción es la de su duración y la reiteración de su discurso, pues si bien es notoria la manera en la que ambos personajes se van relacionando entre si y a base de enfrentamientos directos van cuestionando su realidad y su posicionamiento dentro de la historia, el discurso se desgasta cuando este tipo de acciones ocurre en diversas ocasiones, volviendo el apartado frenético y demencial en algo un tanto monótono y desesperante para la audiencia, quien además, por la duración de su metraje, encuentra un poco cansado el devenir de su desenlace, que por cierto tarda en llegar, y que pese al ritmo impuesto y a lo contemplativo de su estética visual, termina por afectar en cuanto a la experiencia planteada con anterioridad.

The Lighthouse es una magistral ejecución de horror de Robert Eggers, que acompasada por dos impetuosas actuaciones (Dafoe y Pattinson), nos regalan una visceral muestra de la importancia de la expresión detallista y la construcción de elementos que penetran los sentidos. Ingredientes principales para generar piezas de época que trascienden a la posteridad.

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