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Ciudad de México.- Robert Dante Siboldi, en un gesto de deportivismo y sabedor de lo que pasó Francisco Guillermo Ochoa el último sábado en Santa Úrsula, pues el técnico de Cruz Azul, en sus tiempos de profesional la hizo de portero, se acercó para consolar y darle unas palabras de aliento.
La vuelta más añorada, y que la mayoría del entorno americanista palomeó por ser la más adecuada, ahora mismo no es una historia rosa para el protagonista, sino más bien una en tonos oscuros, y que parece estarle pesando en demasía.
Adrián Chávez, portero histórico del América, quien fue de los que se mostró más complacido por el regreso de Memo al cuadro milloneta, apenas durante la semana puntualizó sobre las actuaciones del seleccionado nacional, exculpándolo de casi todos los goles que ha recibido.
“Lamentablemente regresa en un momento en que el equipo defensivamente está muy mal. Y Memo, salvo un gol que le pasa por abajo (ante Pumas), los otros han sido por rozones, porque le tiran a bocajarro, realmente no ha incidido en los empates”, dijo el ahora encargado del deporte en la alcaldía Miguel Hidalgo, y lo que sucedió ante La Máquina, cuando las Águilas cayeron 5-2, merodeó las mismas líneas de un experto en el puesto.
DESESPERADO
En la perspectiva que muestra la intimidad del rectángulo verde, Paco por momentos denotó bastante desazón al ver que los ofensores rivales se le plantaban solos y de frente, para apenas tirarle a matar.
Ataviado con el unirme verde, que algunos podrían catalogar como el de la ‘mala suerte’, Ochoa en realidad se asumió como líder, y fue de los que más gritaron.
Y el cancerbero, siempre alentando a los suyos, a pesar de las pifias, en el primer tiempo entregó por mucho su mejor actuación desde que decidió volver a someterse a la disciplina crema, teniendo como escenario el Estadio Azteca.
Y es que más allá del tanto de Julio César Domínguez, que fue el primero de los que encajó el aguilucho en el Clásico Joven a balón parado, lo que siguió para el tapatío fue una actuación a su nivel, con los aires de superdotado que ha mostrado a lo largo de su carrera en México y Europa.
Un tiro que amenazaba con entrar esquinado se encontró con el manotazo abajo del llamado Payasito.
Después regaló un par de buenos lances y, a partir de ahí, sobrevino la reacción de su equipo, para incluso darle la vuelta al marcador.
DERRUMBE
Segunda parte, el visitante administrativamente hablando arrancó como terminó el primer tiempo: a tambor batiente, y se encontró con una excelente salvada de José de Jesús Corona, el homólogo del guardián americanista.
Y la tarjeta roja de Roger Martínez, dejando con 10 a los suyos, fue la que inició el derrumbe americanista, y el duelo de terror para el que la hace de arquero, pues entonces fue un tiro al blanco durante todo el complemento.
Otra vez, después de un córner, con todo y los gritos del ‘6’ de poner atención en sus marcas, Pablo Aguilar se elevó para empatar el juego. Estas acciones fueron veneno para los defensores.
Peor marca, imposible, repitiendo la dosis, el cobro de un tiro libre, Roberto Alvarado entró solo y cambió la trayectoria de la redonda para que ésta entrara esquinada.
Y, para que el racimo fuera de todos colores y sabores, exhibiendo una vez más a la desastrosa zona de retaguardia del de Coapa, Orbelín Pineda le rompió la cintura a un fantasmal Bruno Valdez, para después fusilar a quemarropa al guardameta mexicano.
El rictus de molestia de Francisco Guillermo era evidente, y la mirada de vez en vez parecía extraviársele ante tanta impotencia, porque en la que siguió, ahora vía El Cabecita, su lance titánico alargó el quinto tanto, que de cualquier manera llegó vía el mismo Jonathan Rodríguez.
El delantero uruguayo corrió por un balón en el que Bruno hizo demasiada confianza y, luego de quitarse a Paul Aguilar, quien resultó también una avenida por su pradera, la derecha, rubricó el escandaloso 5-2.
Hoy, Francisco Guillermo Ochoa la pasa muy mal como elemento del América, y el tiempo apremia para Miguel Herrera, pensando en que la defensa se convirtió en su talón de Aquiles.