Visitas
CIUDAD DE MÉXICO.– Julieta era una quinceañera alegre, estudiosa y con muchos sueños por delante, sin embargo, su mundo se derrumbó luego de ser objeto de una violación por parte de su tío en la alcaldía de Xochimilco.
Valientemente, la adolescente le contó lo sucedido a su padre y su hermana mayor, quienes denunciaron los hechos en la Fiscalía de Delitos Sexuales con la esperanza de que se hiciera justicia.
Sin embargo, las semanas pasaron y los funcionarios de la Procuraduría capitalina, lejos de impartir justicia, se limitaron a mandar a Julieta a un tratamiento psicológico y psiquiátrico, mientras ellos “atendían el caso”.
Los días continuaron pasando y la menor, de 15 años de edad, no pudo superar el trauma que le provocó ser atacada sexualmente por su familiar; no quería comer, lloraba todo el tiempo y se encontraba sumida en la tristeza, por lo que su familia la llevó al Hospital Fray Bernardino para ver si ahí le ayudaban a recuperar su autoestima.
Desafortunadamente, la ayuda llegó demasiado tarde, pues a causa de la depresión en que cayó Julieta decidió escapar por la puerta falsa y se quitó la vida colgándose dentro de su hogar en Xochimilco.
Su hermana la encontró en su cuarto colgada; tenía un lazo enredado al cuello y aunque trataron de reanimarla, ya era demasiado tarde. Julieta se convirtió en una víctima más del burocratismo y pasividad con que actúan los encargados de impartir justicia en la capital. La inocente niña murió esperando que detuvieran al violador.