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Bárbara Mori padeció durante dos semanas consecutivas dolores en el rostro, hasta cierto punto soportables, por la carcterización de una mujer china, Martita, en la película El complot mongol.
El trabajo empezó por estirarle los párpados con sustancias que le causaban comezón. El segundo paso resultó más difícil, porque le pusieron pupilentes negros, que le impedían una visibilidad clara, que se convirtió en opaca, perdiendo detalles alejados del entorno de su persona.
La actriz dice que veía con dificultad y le costó trabajo hacer escenas donde tenía que desplazarse y apoyarse en muebles cercanos a ella.
La transformación de su rostro es tan buena que si no nos dijeran que es Bárbara Miori, no lo crreríamos. Formó parte también del cambio una peluca de más de un kilo de peso.
La actriz es hija de japonés y uruguaya y sus genes paternos imperaron en su rostro, como es la boca chica, los labios gruesos y los ojos rasgados, que sirvieron mucho a maquillistas profesionales para dar el tipo.
Ella declara que valieron la pena los dolores transitorios y la molestia diaria de someterse a la caracterización de dos horas aproximadamente, para hacer el rol de Martita, nombre del personaje que interpreta en la película al lado de Eugenio Derbez y Damián Alcázar, quien le rechazó la propuesta de trabajar en esta película a Bárbara Mori, que es productora asociada, pero se convenció al leer el libreto.