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Pocas veces tenemos la oportunidad de disfrutar una producción nacional inteligente, sutil y poderosa, en un mercado inundado por comedias románticas de mala calidad. Se torna difícil que historias que señalan problemáticas de frente, con estructura narrativa humana y compleja, compitan y vean la luz de la distribución, y es por eso que es un gran acierto que Las niñas bien, irrumpa con fuerza.
La historia se centra a principios de los años 80’s, en el sexenio de López Portillo (durante una de las peores crisis económicas en nuestra historia), y nos habla de Sofía, líder en un circulo social de élite de mujeres de “Las Lomas”, cuyo único interés es el despilfarro, el chisme y su estatus social. Pronto todo cambiará cuando por culpa de la devaluación del peso y por el mal manejo de su esposo en su compañía, verán cómo poco a poco su vida colapsa.
Uno de los puntos más importantes de la historia es mostrar la naturaleza honesta y conflictiva de los personajes, así como la realidad que ha vivido y vive en nuestro país desde hace décadas, el clasismo y el influyentísimo de la aristocracia, la desigualdad, la ignorancia, la crisis. Pero aquí no solo se señala, aquí se aborda de manera sutil cada situación desde la vivencia de Las niñas bien. Aquí la idea de ser la comidilla de la clase alta es más fuerte que el hecho. Además, el talento demostrado por el reparto complementa de gran forma la historia, de los mejores ensambles de los últimos años. Alejandra Márquez no mostró ningún miedo en reflejar la decadencia y la lamentable vida de sus personajes, que a pesar del hecho de pertenecer a este círculo de la burguesía, sus banalidades, desinterés e hipocresía, terminan por provocar lástima en el espectador. A ellas no les importa la situación del país, solo quieren es que su esposo les siga dando la vida de lujos que tanto conocen.