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Por Ricardo Sevilla
El caso de Donovan N y Héctor N, contratados por un sujeto apodado “El Goofy” para asesinar al abogado David Cohen Sacal no ha sido analizado a fondo.
Y debe llamar nuestra atención porque, visto a profundidad, es una ventana al sicariato express y a la precarización del crimen organizado en la Ciudad de México (CDMX).
Y es que los jóvenes como Donovan y Héctor, con poca o nula instrucción escolar y sin recursos económicos, son el combustible preferido del crimen organizado.
Infelizmente, el reclutamiento de menores y jóvenes vulnerables se ha disparado en los últimos años. Y los datos duros son contundentes. Estimaciones de ONG y organismos internacionales (como la CIDH) han revelado que el número de niños, niñas y adolescentes cooptados por el narco asciende a 460 mil en México.
Estos jóvenes en muchos casos provienen de familias disfuncionales, y están expuestos a pobreza, a la desigualdad, a las adicciones y a la deserción escolar.
Y es ahí cuando aparece el crimen organizado para ofrecerles, taimadamente, un sentido de pertenencia y la ilusión de un ascenso económico que el mercado laboral formal les niega.
Me llama la atención la personalidad del tal “Goofy”, que habría sido el probable reclutador o mando medio de bajo rango para embaucar a estos chavos.
El tipo, me queda claro, utilizó la desesperación y la devaluación de la vida para obtener un servicio criminal a precio de saldo.
Ahora bien, el fracaso de la operación, con la detención inmediata y la pérdida de la promesa económica, no hace sino confirmar que, para la base del crimen, el negocio es siempre una estafa: la promesa de 30 mil pesos que acabó con estos jóvenes en prisión y sin nada.
Lamentablemente, el crimen organizado compra juventud por migajas. Y ese, como he dicho en varios momentos, es un problema sociológico que los comentócratas de la derecha se niegan a ver.
Para los conservadores es más fácil criminalizar que entender y atacar las causas.