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EN ENTREVISTA CON DIARIO BASTA, GUILLERMINA MORENO Y MARCO GARCÍA HABLARON SOBRE LOS ESTIGMAS DE LA PRISIÓN
Por Diego Raya
Grupo Cantón
CIUDAD DE MÉXICO.- La prisión como institución no siempre existió. Fue en el siglo XVII cuando el pensamiento ilustrado, a través de figuras como Jeremy Bentham, concibió el panóptico: un modelo arquitectónico que permitía la vigilancia constante para garantizar la obediencia. Desde entonces, la cárcel se concibe colectivamente como espacio de redención, pero también de castigo.
Hoy, en pleno siglo XXI, la libertad se pierde en las celdas mexicanas para ser reemplazada por una economía de extorsión y supervivencia. El sistema penitenciario de la Ciudad de México encarna este problema. Lo que deberían ser centros de readaptación social es, según testimonios e investigaciones, un infierno corrupto y violento.
Según información del Cuaderno Mensual de Información Estadística Penitenciaria Nacional (abril 2025), en la capital hay 26 mil 297 personas privadas de la libertad, y 2 mil 404 espacios disponibles. Oficialmente, no hay sobrepoblación.
Sin embargo, la abogada penalista Guillermina Moreno, especialista en derechos humanos y exsecretaria proyectista de juzgado de distrito desmintió lo anterior mediante una entrevista para Diario Basta: “Claro que hay sobrepoblación. Lo que hacen es maquillar los datos. Las cárceles siguen siendo un negocio redondo. Se paga por todo: pase de lista, dormir en un catre, comer, respirar. En un día, un solo custodio puede sacar hasta cien mil pesos por una celda”, afirmó.
“La cárcel es una forma moderna del castigo, pero en América Latina es un sistema de supervivencia. Allí se paga por vivir, por estar. No es reformatorio, es un hotel caro”, explicó el sociólogo y académico por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Marco García.
En las prisiones capitalinas se reproducen las desigualdades sociales. Los reos con recursos pueden alquilar televisores, celdas acondicionadas, acceder a alimentos especiales e incluso a “suites presidenciales”, como se ha documentado en casos de exfuncionarios y gente poderosa encarcelada.
En cambio, quienes no tienen recursos económicos están condenados a la brutalidad, la intimidación y la precariedad.
La abogada —también experta en amparos de todas las materias— puntualizó que “el infierno” tiene costos: se pagan 20 pesos diarios por pase de lista; 120 para dormir en litera; 250 semanales por aparatos electrónicos; 350 por uso de celda conyugal; 500 para no ser llevado a una celda de castigo; hasta 700 semanales por remesas obligatorias.
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