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Por Ricardo Sevilla
Ayer fue el cumpleaños de Andrés Manuel López Obrador, el hombre, el político, que logró encarnar la esperanza de millones de mexicanos y mexicanas.
López Obrador celebró sus 71 años de vida. Y créame usted que no exagero cuando digo que la figura de este hombre, forjada en las luchas sociales y la perseverancia política, se alza como un faro alumbrador para aquellos y aquellas que anhelan un México más justo e igualitario.
Y es que AMLO, como mucha gente lo llama cariñosamente, ha dejado una huella indeleble, es decir: imborrable, en la historia de este país.
Su presidencia, concluida recientemente, marcó el inicio de la llamada Cuarta Transformación que muchos consideran, y no equivocadamente, una verdadera y necesaria mutación en todos los aspectos de la vida de nuestro país.
Con una visión de austeridad republicana y un enfoque que atendió, desde el comienzo de su gestión, a los más necesitados, López Obrador redefinió el papel del gobierno en la vida de los mexicanos.
Y es que el legado de López Obrador trasciende las políticas públicas.
Aunque tuerzan la boca en la oposición, AMLes el símbolo de una nueva era y de una nueva forma de hacer política: con la gente y para la gente.
El estilo personal de gobernar de López Obrador representa la encarnación de un auténtico cambio.
Y donde quiera que se encuentre AMO, sin duda, debe estar contento y convencido que fue un líder que dedicó su vida a la transformación del país.
Pero no sólo eso: López Obrador fue un auténtico reformador. Llevo a cabo reformas de fondo que han impactado y continuarán impactando en el corazón de los mexicanos y de las mexicanas.
Y, justo por eso, podemos decir sin miedo a equivocarnos que Andrés Manuel López Obrador es el presidente más importante en toda la historia reciente de este país.