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Por Eduardo López Betancourt
Estados Unidos es un país formado esencialmente por extranjeros, a los nativos se les ha reducido a pequeños territorios, donde si bien es cierto, gozan de libertades, la oportunidad que tienen para gobernar el país de sus ancestros, es totalmente nula. En Estados Unidos han sido presidentes personajes de distintos orígenes, ocupó la silla un gobernante emblemático, como fue Barack Obama, cuyo padre es keniano y, en la actualidad, con grandes posibilidades de convertirse en la primera Presidenta, Kamala Harris, con ascendencia india.
Nótese, la población estadounidense es heterogénea, conformada por polacos, rusos, austriacos, chinos, entre muchos otros que se han radicado donde antes habitaban apaches, navajos, siux, cheyenes, comanches, cherokees, etc., y recalcamos, ninguno de los nativos, ni por asomo ha gobernado su tierra, por el contrario, muchas veces sufren discriminaciones y situaciones verdaderamente inaceptables.
El caso es concreto, los inmigrantes en Norteamérica, se han visto severamente afectados, por actos que atentan contra los más elementales Derechos Humanos de quienes tienen piel morena o negra, como mexicanos, sudamericanos y caribeños; sistemáticamente se dictan medidas para evitar la entrada legal de nuestros paisanos, por lo que tienen que acudir a la fórmula nada grata de la ilegalidad, “cruzando” al territorio estadounidense con los servicios nefastos de los “polleros”. Lamentablemente el gobierno mexicano, no ha logrado se nos respete el derecho para “cruzar” sin conflicto a lo que, por cierto, antiguamente fue nuestro territorio, California, Nuevo México, Texas, Arizona, etc.
Las arbitrariedades de los gringos no tienen justificación. Infinidad de mexicanos, nacidos en Estados Unidos, se les niega la nacionalidad, en igualdad de circunstancias están los cónyuges que llegan de ilegales y contraen matrimonio con estadounidenses. Un principio básico del derecho humano, es el “ius soli”, por el cual, al nacer en cierto territorio se adquiere la nacionalidad de ese lugar; de igual manera, insistimos, quienes contraen matrimonio con estadounidenses, se les debe reconocer la nacionalidad del “Tío Sam”. Sin duda, urge que la justicia y los Derechos Humanos imperaren en el país vecino.