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RICARDO SEVILLA
A la derecha le gustan los cuentos burdos. Pero alguien tiene que marcarle un alto a sus ficciones de opereta.
Y, sobre todo, ahora, cuando intentan sacar raja política de una tragedia, como la que está asolando al estado de Guerrero.
Alguien tiene que decirles a los conservadores que su ruindad no tiene límites. Y es que, desde hace un par de días, los hemos visto revolotear como buitres, sobre los saldos nefastos que ha dejado el huracán “Otis”.
Sólo un burdo o un indolente podría negar que el impacto de Otis sobre la Costa Grande de Guerrero ha sido devastador.
Su paso ha provocado, entre muchas otras desgracias, la ruptura de caminos, caída de árboles y palmeras, inundaciones e incluso el cierre de la Autopista del Sol en ambos sentidos por deslaves.
Las imágenes, los videos, las fotografías, los testimonios de la gente son terribles. Y dolorosos.
De acuerdo con la CFE, ha habido apagones que han afectado a más de 500 mil personas.
La red móvil de la costa del estado ha reportado fallas y, debido a eso, ha dejado a mucha gente incomunicada. Incluso, ayer hubo un sismo de magnitud 4.4, a 28 km de Zihuatanejo. Pero el sistema de detección de sismos SkyAlert no operó adecuadamente, tuvo que reconocer la propia compañía.
Tragedia, pérdidas, desolación: dolor en todas las esquinas del estado de Guerrero.
Pero la derecha, mostrando su inagotable reserva de mezquindad, apenas se conmovió por la situación. Lejos de hacerlo, lanzó dardos pestíferos contra el gobierno federal y el gobierno de Guerrero.
Su cerrilidad casi lleva a la oposición a responsabilizar al presidente López Obrador de la devastación que dejó a su paso este fenómeno natural.
En su estulticia, dijeron que, si AMLO no hubiese desaparecido el Fonden, las cosas hubieran mejorado para la población guerrerense. ¿De dónde sacan semejantes estupideces? ¿Y tantas mentiras? Sólo el diablo lo sabe.
Lo cierto es que el Fonden aún existe (de hecho, tiene 18 mmdp en sus arcas). Pero Banobras ya no administra el fondo. En la actualidad, el dinero se centraliza y, posteriormente, se transfieren recursos a diferentes ejecutores, como puede ser la Sedena, si se activa el Plan DN-III o los estados. ¡Miserables!
