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Jorge Gómez Naredo
La lanzaron con mucha emoción: pensaron que sería un boom porque le crearon una historia de gente de pueblo, de persona salida de abajo, de mujer que lucha y rompe barreras y estudia y tiene éxito. Le metieron mucho dinero. Pensaron que con eso era suficiente, que echándole millones a su promoción, los mexicanos caerían redonditos y se irían con ella. Eso pensaron. Pero no pasó.
Xóchitl Gálvez es un producto de la élite económica y política de México. Fue la apuesta de Claudio X. González. Éste logró convencer a los más potentes empresarios del país de que ella era la buena, que podían competir si la hacían candidata, que la oposición renacería si ella la encabezaba. Por eso decidieron que fuera la candidata y por eso decidieron invertir en ella millones y millones y millones de pesos.
Al principio les pegó. La inflaron. La hicieron que saliera en todas las redes sociales y a todas horas. Abrías Facebook y salía Xóchitl. Revisabas Twitter (hoy X) y salía Xóchitl. En Instagram aparecía Xóchitl a cada rato. En todos lados la metieron. Y pensaron que lo habían logrado. Pero no fue así.
También invirtieron en los medios tradicionales, el espacio que dominan a placer. Todos los articulistas hablaban de lo maravillosa que era Xóchitl. Incluso algunos afirmaban que era un fenómeno mediático y político jamás visto en el mundo. Fue un exceso, un completo exceso. Pensaron que con eso bastaba, pero no fue así.
Comenzó a caerse cuando las reuniones del supuesto “fenómeno mediático” (es decir, de Xóchitl Gálvez) se veían vacías. Poca gente. Poca energía. Pocas ganas de apoyarla. Era evidente que el “fenómeno” en realidad era el dinero que gastaban en redes sociales.
Y ahora, ya también se está cayendo en redes sociales. Cada vez tiene menos impacto. Cada vez es más intrascendente lo que dice. Todavía le meten dinero, pero ya es menos. No prende. No jala. No levanta. Xóchitl se les cayó de todos lados. Y ya no saben ni qué hacer. Están desesperados. De verdad, desesperados.
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