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Jorge Gómez Naredo
Hace unos días, la oposición se quejaba porque Andrés Manuel López Obrador estaba a punto de convertir a México en “Venezuela”. Afirmaban que con la “expropiación” de un tramo de Ferrosur, ya ningún privado estaba a salvo. Nos pintaban un México comunismo.
Por ejemplo, el periódico Reforma, todo alarmista, indicó en su editorial Templo Mayor: “Lo que está haciendo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en contra del Grupo México tal vez no es ilegal, pero definitivamente no es derecho”. Y agregaba: “si el gobierno de AMLO se sigue por esa línea de expropiar recuperando concesiones, a partir de hoy están en riesgo canales de televisión, estaciones de radio, pozos de agua, la industria minera, aeropuertos privados, muelles y un sinfín de industria que, justamente, se fundamentan en una autorización gubernamental”.
Buena parte de los “analistas” afirmaban, llenos de miedo, que las inversiones se irían, que AMLO estaba dando “muy malas señales al extranjero”, y que todo nos iría mal.
Pero, ¿qué es lo que ha sucedido? El gobierno de Andrés Manuel López Obrador necesita un tramo de 123 kilómetros que está concesionado a la empresa Grupo México. La intención es incorporar ese trazo al Tren del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, el cual unirá el Golfo de México con el Océano Pacífico.
Esta obra es importantísima para el país, y generará, además de empleos, desarrollo social y económico. Al principio, el presidente pidió al Grupo México (empresa del riquísimo Germán Larrea un acuerdo, pero esta puso un precio de locos por el tramo.
AMLO, como respuesta ante el agravio, decidió ocupar el tramo por motivos de interés nacional, algo que está permitido en la ley.
Ayer, el mandatario anunció: “Hubo un acuerdo, lo que no sé es si ya se firmó, si ya se suscribió. Hasta donde vi los términos del acuerdo, considero que son buenos para las dos partes, se llegó a un buen arreglo, pero falta todavía que se tenga el documento firmado”.
Así pues, todas las exageraciones de que AMLO nos convertiría a en un país comunista, eran sólo guerra sucia. No más: es la cantaleta de la oposición.
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