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Sebastián Ramírez Mendoza
La ley laboral en nuestro país, como muchas otras, es producto de una lucha social: la Revolución Mexicana. Nuestra Constitución de 1917 se consideró una de las más avanzadas del momento en materia de derechos sociales, en gran medida gracias al famoso artículo 123 que reconoce el derecho al trabajo. A pesar de esto, pareciera que en las últimas 50 décadas vivimos un estancamiento importante en el mundo laboral.
Nuestra Ley Federal del Trabajo (LFT), vigente desde 1970, fue objeto de muy pocas reformas durante los gobiernos neoliberales, de tal manera que poco se adaptó a las demandas y necesidades que naturalmente surgieron con el tiempo. Alrededor de varias demandas de las y los trabajadores, los llamados especialistas crearon mitos para no darles solución, como ocurrió durante décadas con el salario mínimo; los considerados expertos en economía sostuvieron que aumentarlo provocaría un aumento en la inflación.
Hoy sabemos que esto no fue más que eso, un mito. Con la llegada de la Cuarta Transformación al gobierno y también al Congreso, se han ido ganando batallas fundamentales para el reconocimiento de cada vez más derechos para todas las y los trabajadores mexicanos.
Recientemente el Congreso aprobó una reforma a la LFT para ampliar el periodo vacacional al que todas y todos tenemos derecho, de 6 a 12 días al año, además de un aumento de dos días a este periodo por cada año de antigüedad. Antes de esto México era de los países con menos días de vacaciones en Latinoamérica. Otra batalla importante que dio la Cuarta Transformación en sus primeros años fue la eliminación del
esquema de subcontratación, el famoso outsourcing, mismo que permitía una serie de atropellos a los derechos de las y los trabajadores en beneficio de los empleadores. Respecto al salario mínimo, desde el 2018 cada año ha ido en aumento, en ese año era de $88.36 pesos, y hoy ya son $207.44 pesos, con lo que también se ha logrado recuperar en 90% el valor adquisitivo.
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